miércoles, 29 de julio de 2009

Muros de Lamento

Muros de lamento, muros de soledad,
empañan mi vida cuando tu no estás,
triste consuelo me das, diciendo que algún
día regresarás.


miércoles, 22 de julio de 2009

Segunda entrada del Desnudo: Sobre esa ausencia de tema que me jode tanto

Hay algo que me dio algo de risa rabiosa cuando escribí esta entrada. Comencé cuatro veces la primera línea, es decir, la borré y la rehíce cuatro veces. Y en los cuatro intentos habían seis primeras líneas diferentes entre sí; es una lástima que el lector deba tener la certeza de que nunca sabrá del contenido de esas líneas. Tan solo yo tuve, de forma temporal, acceso a esos pentimentos, y debo decir que fueron el producto de una frustración apresurada, que solo deja ver mi obsesión latente sobre mi incapacidad de encontrar un buen (o mal) tema para descoserme eyaculando bloques enteros de palabras. Por fortuna recientemente descubrí —gracias también a un amigo— que la ausencia de tema, esa especie de generador de horror vacui que me jode cuando veo el espacio invadido de nada es, precisamente, algo que puedo aprovechar. Y escribir acerca de esa falta de tema es en sí una opción de tema. Es algo que me deja mover las tiesas falanges de ambas manos, para deleite y ejercicio míos. Y eso es lo que me gustaría. Porque cada vez que me llega a la cabeza el deseo de usar el medio escrito y tengo el tema para hacerlo, siento una deliciosa ansiedad, como la que le puede dar a un niño cuando, luego de muchos gemidos y machacadas del control, está llegando al final de un nivel en algún videojuego obtuso y sanguinolento de última generación. Y yo, siguiendo la analogía barata, ya tengo un nuevo juego, sin importar cuanto me dure el gusto. Qué buena epifanía.
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miércoles, 15 de julio de 2009

Aprendiendo a volar

La ciudad de Santa Marta está a su alcance a menos de dos horas y medio si decide volar con nosotros... Además señor, estamos en promociones. Aseguraba la vendedora de Aires cuando fui a preguntar por boletos.  El vuelo debía salir del Aeropuerto Perales a las nueve y media. Sin embargo, solo fue posible abordar el avión a las once y diez, pues aseguraba la azafata que el aeropuerto de Bucaramanga, de donde venia el avión,  estuvo cerrado un buen tiempo ocasionando el mencionado retraso. ¿Mencionado? ¿Por qué lo menciono? pues porque ese mencionado retraso me hizo estar en una sala de espera con familiares de mis futuros compañeros aéreos (la mayoría no muy cercanos o desconocidos). 
Como toda familia que acompaña a uno de sus miembros hasta la hora del despegue, de lo único que hablan es de sus experiencias en viajes, mientras personajes como yo, que viajábamos por primera vez, callábamos casi catatónicamente, intentando no quedar descubiertos —y por supuesto al acecho— de una jauría de experimentados voladores, deseosos de cubrir de consejos a carne fresca e ingenua como la mía.

Ya dentro del avión todo fue más simple de lo esperado. No vi diferencia entre el interior del avión y el de un bus, a no ser por la forma de las ventanillas, que en el avión eran redondas y pequeñas, las revistas puestas organizadamente tras cada asiento y una señora que, por medio de un micrófono de radio aficionado (si se me permite la imprudencia), explicaba cómo actuar, en caso de que una tragedia como la ocurrida en días pasados en Brasil llegase a suceder.



El avión prendió sus turbinas y lentamente empezó a avanzar, hasta llegar a uno de los extremos de la pista. Allí se detuvo por unos segundos, donde la gente inexperta, e incluso los que no (creo yo), sienten el vacio y la expectativa de cómo terminará el despegue. A mi lado un hombre lloraba de la impresión de lo que pudiera ocurrir, enfrente mío una mujer joven rezaba sin parar, intentando asegurar su entrada al cielo en caso de tragedia... todo listo para despegar. Después de los segundos de quietud del avión y de zozobra de los tripulantes, el vehículo toma una velocidad difícil de describir y se eleva, un vacío se hace en mi estomago… ¡Estoy volando!

La sensación de estar allá arriba se me antojo  agradable en exceso. Mi éxtasis terminó después de veintidós minutos, cuando aterrizamos en Bogotá. Después de la emoción viene su contraparte: nauseas, ganas de vomitar y un arrepentimiento profundo de haber  invadido los cielos. “Todos lo pagan”, dice mi acompañante sonriendo. Ahora todo es frío, al menos durante unas hora, mientras tomo el siguiente vuelo hacia el paraíso que queda en...

miércoles, 8 de julio de 2009

Primera entrada del Desnudo (no incluye saludo)

Writers Refuge - 2004Imagen de jlseagull via Flickr

No se si esté bien decir esto cuando se tiene una primera vez en un blog, pero quiero comenzar comentando que desde que le di clic al link de Nueva Entrada, y vi la casilla en la que se ha de verter la palabra, comencé a sentir mucha presión, incluso sin tener mucho fundamento para sentirla -Aunque me sucede mucho que comienzo a sentirme presionado por algo o alguien sin razón aparente- y pensé que era necesario, para comenzar con buen pie. elaborar un saludo, una bienvenida, algo que respondiera a un protocolo, algo que tendiera a la condescendencia... Pero poco después casi me da un colapso dactilar. Ahora, de sólo pensar en bienvenidas edulcoradas tengo, mínimo, sensaciones parecidas a las náuseas. Por eso he decidido que, sin querer resultar grosero (por el contrario, mi intención es positiva y saludable), no saludaré en ésta, mi primera entrada, ni en las siguientes, y lo único que el lector tendrá de mí en esta primera vez será el anuncio de que lo que pienso hacer en este futuro Blog, compartido con Heroedeleyenda (aunque esencialmente será un futuro solitario, ya que él y yo escribiremos nuestras entradas en lugares aparte... bueno, ya hablaremos un poco de éso) será, sencillamente, escribir sobre lo que me llegue a la cabeza y se me trate de salir por los dedos o la nariz, lo que primero suceda. Por lo menos no sentiré tanta presión. Ya veremos qué pasa... Ah, demonios, no pude evitar decir eso.
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viernes, 3 de julio de 2009

La trampa del lenguaje

Escribir es contar, dicen algunos versados del tema. Yo digo que escribir es crear, construir, vivir y destruir. Ya nos recordaba el psicólogo norteamericano Jerome Bruner, en su texto la fábrica de historias, la inmensa, misteriosa, enigmática capacidad que tiene la palabra sobre los seres humanos; un poder que trasciende el de cualquier arma jamás creada por el hombre. Esa es la consigna que nos entrega Bruner en su texto, que no es más que la agradable noticia para unos, y preocupante realidad para la mayoría, de que cada intercambio de palabras con el otro es un continuo hacer y deshacer nuestra propia existencia: es una variación, transformación y omisión de palabras que van moldeando nuestra historia. Cada vez que la narramos se desvanece o enriquece de matices llenos de significado, de necesidad de ser escuchados, tenidos en cuenta y lograr una transversalidad en el oyente. ¿Cómo podría entonces el lenguaje oral o escrito ser tan solo escribir o contar?
Este blog inicia con la idea de escribir por escribir, o como diría Frailejón Desnudo, de "calentar la mano". Pero cada palabra trascenderá ese propósito hacia la construcción de un texto poético, periodístico, científico... y porqué no, de basura. El tiempo se encargara de mostrarnos qué tan jugosos y dulces son estos primeros frutos del durazno rojo que llamamos vida.