jueves, 31 de diciembre de 2009

Ajá...

¿Será un pecado escribir el día de hoy sobre cualquier tema menos sobre el que, por la fecha que corre encima de esta entrada, sería lo más obvio o, como mínimo, lo más esperado? ¿Tendré entonces pesadillas o el estigma de unos días si dejo pasar la oportunidad de hablar de un tema que puede ser tratado cualquier día de la vida pero que por alguna razón (que probablemente solo yo le estaría dando) tiene mayor validez un día como hoy? ¿Me condenará el micromundo en el que vivo si no hago uso de los sistemas estandarizados de felicitación por el aniversario de supervivencia en esta esfera inmunda?

Ah, ya no se. No me voy a joder más por este año.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Viaje a los confines del Super Nintendo

Este miércoles 23 de diciembre que pasó, tuve la oportunidad, por coincidencias de la vida, de acompañar a un amigo en una búsqueda que nos llevaría años atrás y que me recordaría la huella que hace el tiempo en todo lo que poéticamente llamamos pasado. Estando en fechas decembrinas lo más lógico era subir como lo hace la mayoría de la gente en busca de regalos al centro de la ciudad. Allí el comercio para estas épocas es universal y si se busca con mente abierta y paciencia se puede conseguir regalos de todos los presupuestos. Sin embargo nuestra búsqueda se reducía a dos pequeños centros comerciales donde se concentra la totalidad del comercio del videojuego en la ciudad.

Esperando un encuentro sencillo con el pague y lleve nos sumergimos en el centro comercial san andrexitos, pero la sorpresa que nos llevaríamos, mas por nostálgicos, porque era de suponerse, nos entristecería a tal punto que recordaríamos las épocas en donde el furor del Super Nintendo se respiraba en todos los niños, y jóvenes de mi edad. Si, nuestra búsqueda era encontrar juegos de esta consola de infancia que en repetidas ocasiones nos permitió verbalizar la felicidad hecha diversión. Pero en esta ocasión la flamante Super Nintendo de sonrisas y esperanzas mías y de mi generación hace más de quince años, ahora solo provocaba en la gente miradas de extrañeza y sonrisas furtivas que nos iban diciendo sin respeto alguno por nuestros recuerdos: nooo, eso ya no existe, no mano eso es de los años de matusalén, eso ya no viene, hasta que un niño, con su aspecto sobrado mientras jugaba con un Xbox 360 nos dio el golpe de gracias, pero están como desactualizaditos, eso ya no viene ¡hace siglos! Ahí comprendimos que la búsqueda seria a muerte, tratando de rescatar los pocos fragmentos que pudiesen quedar de esa parte de nuestra infancia.

Después de más de cuarenta y cinco minutos de angustiosa búsqueda el balance no podía ser peor, de dos centros comerciales; uno de dos pisos y otros de tres, solo encontramos juegos en dos almacenes: uno en el taller de reparaciones de un ebrio mecánico que por las vísperas de la noche buena ya había empezado a tomar y que tenía dos casettes a medio servir, y que decía a todo pulmón eran sus herramientas de trabajo: con estos juegos pruebo los súper Nintendos que reparo. El otro lugar, un exclusivo almacén donde una muchacha morena, mal mirada y poco amable escondía un tesoro de los tiempos de piedra con más de 20 juegos que no pudimos comprar porque creyendo que aun alguien le comprará los juegos cada uno a 45 desprecia a los clientes que le explican que esta consola ya está en el olvido de muchos y en el recuerdo de algunos pocos.

Al final de nuestra corta, pero nostálgica expedición por los juegos del pasado en tiempos presentes, nos hicimos a uno de los dos viejos juegos del vendedor ebrio que a pesar de que con gusto nos vendió uno de sus casettes por quince mil pesos continuaba gritando: con estos juegos pruebo los súper Nintendos que reparo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Divagación sobre un video y una canción III

Ya lo había dicho antes: me gusta hacer segundas y terceras partes de las cosas. Y más cuando tengo la impresión de que mi caprichoso yo extraña hacer continuaciones de los temas que han sido gratos para su caprichosa existencia. Así que por ahora seré esclavo de las circunstancias y escribiré un poco, un poquito no más, como para quedar en paz con mis obsesiones.

De Corvus Corax supe hace unos años, en una de tantas búsquedas de no-se-qué cosas que nunca se me perdieron y que nunca encuentro, pero en las que de todos modos me llevo cosas para el deleite personal (en la mayoría de casos, valdría la pena aclarar). En un principio no me apetecía mucho su música, pues mi oído aún no se había atemperado a los extremos de la actualidad de esta entrada. Pero la vida en la atarraya se encarga de llevarnos de nuevo hacia lo que es bueno las veces que sean necesarias para que nos convenzamos de ello, y por ello hace poco re-descubrí los sabores medievales y frenéticos de estos germanos endiablados, y antes de que termine sobreadjetivando, diré que el reencuentro fue sabroso; pude ver con mayor claridad un sonido cargado de júbilo desordenado, concentrado en melodías enérgicas y de divertido misterio, que de alguna forma me hacen desear estar en algún loco recital protagonizado por ellos, borracho hasta las canillas, saltando en masa con personajes cercanos y lejanos, hipnotizados todos por gaitas, tambores y violas de rueda en las manos. ¡Qué fantástica orgía disfrutaríamos! Los tendré en cuenta si en algún momento futuro me da por concretar y limitar mis gustos musicales, momento que espero que no llegue jamás...

Soy consciente de que no he dicho todo lo que podría decir acerca de las impresiones e ideas emergentes tras escuchar y ver en una ventanita pixelada a estos monstruos. Es más, tengo la sensación de no haber dicho nada. Poco importa, e incluso me divierte la idea de no haber dicho nada en tantas líneas organizadas. Ya algún distraído sacará provecho de lo que he redactado. Eso sí, espero, que, como mínimo, más de un distraído encuentre en el pequeño rastro audiovisual que incluyo algo de lo que yo encontré en el mismo: ¡Ganas de empuñar las manos y gritar al ritmo del Saltarello en la sala o el estudio de la casa!

Sí, eso hice, y qué. Ahí les va, corderitos:


viernes, 25 de diciembre de 2009

Nostalgias 1.2

Ese gran impulso que ha tenido la industria de los videojuegos en los últimos años ha hecho que muchas personas de todas las edades deseen dentro de su sala una consola. Este eco ha llegado hasta los límites de mi existencia: padres de familia, amas de casa y compañeros en general me han expresado sus deseos de adquirir una consola de última generación (Xbox 360, PlayStation, Nintendo wii). Otros no me lo han contado sino mostrado, con invitaciones indirectas a jugar donde me hacen saber la nueva joya de la casa. Estas situaciones me han llevado a desear con muchas ganas hacerme a una de estas maravillas, pero sé, que esto sería un gran inconveniente para mis sueños, teniendo en cuenta el desordenado ritmo de vida que llevo y que por ahora no logro ordenar.

Mientras la vida transcurre cada vez más conectada a los mundos posibles ofrecidos por los videojuegos, yo los saludo de lejos, les doy la mano, les guiño el ojo, pero me despido de inmediato, no vaya a ser que me encante de nuevo con todas las posibilidades de la virtualidad y termine como en otras ocasiones, viviendo la vida de otros personajes atrapados en Megabytes, mientras el tiempo se encarga de llevarme a donde buenamente se le ocurra. Mejor no escribo más, solo hace que me ilusione mas con la idea y es mejor no tentar…

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Autocensura

De pronto eso es lo que pasa. De pronto es ésa la razón de mi accidentado y dolorido ritmo de escritura. De pronto es ése el motivo de mi zozobra frente a la plantalla sin letras mías. De pronto, carajo.

Lo digo porque ahí está, fregándome las cosas y revoloteando impune dentro de mi cabeza,, como si el problema no fuera con esa cosa. Algunos la llaman "conciencia", haciendo referencia a esa voz interior, y mentalmente audible, no relacionada con asuntos esquizofrénicos, que cuestiona bajo una lupa ética (y un tanto moral) mis acciones, y las analiza conmigo en un diálogo con aires de monólogo... pero esa insistente voz mental que es mi conciencia no es la que me está jodiendo, no. Es otra cosa, otra presencia, más silenciosa, menos amable, influyente de alguna forma poderosa en mi pensar y actuar, y que me jode en el momento de hacer las entradas, y me hace borrar lo que ya tengo escrito, sin oportunidad de hacer pentimentos como en una pintura, porque nada queda debajo de nada aquí, y por eso lo borrado se me pierde casi que para siempre.

Y se que viene de mí. Y es que soy yo el que la alimenta. Y es que, más que una presencia, es una actitud, un hábito. El hábito de aplicar la autocensura sin treguas en mis palabras, de confrontarlas agresivamente y eliminarlas sin permitirles a veces que vieran la luz de papel o de cristal líquido. De desechar mis posibles temas de escritura por las razones más ambiguas, como si de un concurso televisado de preguntas y respuestas rápidas venido a menos se tratara. De alzar la bandera de la dificultad como señal de conquista foránea en mis propias tierras, que antes veía llenas de creativas oportunidades, y luego veo convertidas en tristes letargos.

No es un asunto trágico. No es algo que amerite perder la máscara de la cordura. Pero si resulta frustrante. Saber que en el espacio relleno entre mis orejas intentan aterrizar muchas ideas y ocurrencias, y que casi todas ellas se ven masacradas por mi desidia y mi impotente cohibición a escribir lo primero que se me ocurra sin tapujos (aspecto que casi que termina flotando en mi inconsciencia), es algo que me frustra.

Cada vez se me hace más difícil lidiar conmigo por esta autocensura, sobre todo porque hace que escribir entradas sea un ejercicio demorado y agotador, que me hace ver susceptible de caer en la desesperanza de borrarlo todo y dejar pasar los días en blanco. Por fortuna y alegría, o como mínimo a modo de consuelo de seres no tan tontos, La figura de la autocensura ha quedado en evidencia. Su escondite fue desintegrado, y ya no hay chance de escape o de consideraciones. La guerra íntima contra mí mismo puede ya empezar.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Nostalgias 1

Casi desde que tengo uso de razón recuerdo haber jugado videojuegos. Todo empezó en una noche donde mientras mi familia salía a comer en un restaurante de la ciudad, yo me quedaba con mi tío probando la última y maravillosa consola del momento: el Nintendo, conocido por estos lados como “family”. Para ese entonces todavía se hablaba del terrible daño que ocasionaba la instalación de una consola en los televisores, por lo cual poco podía jugarla. Pero esa noche todo era magico,como todos iban a salían a comer los ánimos de la familia se encontraban elevados y logre el permiso para instalar el rectangular aparato blanco y disfrutar con su multitud de juegos incorporados. Esa noche se instalaron en mi mente personajes diversos y pintorescos, como un pequeño fontanero italiano y su hermano que comían hongos mientras limpiaban cañerías, un pequeño animalito (que en ese entonces tome como búho)que explotaba con enormes bolas negras todo a su paso mientras buscaba escapar de inmensos escenarios plagados de gelatinosos fantasmas amarillos, una extraña criatura que comía galletas mientras derrotaba fantasmas, pero esta vez de colores, en fin, un sin número de mundos se instalaron en mi cabeza para siempre, esos grandes personajes, que para entonces no se sospechaba, llegarían a ser insignias de grandes empresas a nivel mundial.

Hoy en día, el mundo ha acogido a los videojuegos con seriedad. La industria de los videojuegos se ha posicionada y ha llegado a ser la segunda más productiva del mundo después del cine, eso ha hecho que sea mucho más sencillo encontrar, dentro de los “electrodomésticos de la familia promedio ” una consola. Este es un momento en el que muchas personas han logrado entender que los videojuegos y con ello implícito el jugar, ya no sea exclusivo de los niños, como tantas veces no lo dijeron. Sin embargo la lucha por la inclusión del juego como parte del desarrollo holístico de las personas todavía continua.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Unas palabras sueltas

Antes de escribir esta entrada, estuve pensando un poco en el tema de la misma, y gracias a ello pasé más de media hora mirando una pantalla y una pantalla de creación de entradas vacía. y fue entonces cuando me di cuenta de que, a pesar de llevar ya un buen par de meses de labores en este blog —que presumí aptos para conseguir la adaptación y el hábito de escribir con regularidad en un espacio visitable por cualquier ciberparroquiano—, aun siento esa presión, esa molestia extraña en el pecho, esa angustia que se parece a la que se vive en la espera, y que al parecer me ha acompañado, con irregular vehemencia, desde mi primera entrada, y que ha hecho de mi proceso de adaptación un sutil calvario. A pesar de esto, he de continuar, pues tengo un consuelo y un reto: mi consuelo es el hecho de saber que el acto de escribir no siempre me provoca sufrimientos, pues como mínimo percibo cierta satisfacción cuando veo mi entrada publicada, desprendida de mí después de darle clic al sólido botón naranja que conocen muchos blogueros; mi reto es publicar lo más pronto posible para no pagar el precio que supone pasarme del plazo impuesto por mi compañero de blog y yo (de este último detalle hablaré más adelante, lo prometo). Y desde ya esos dos elementos hacen emerger otras razones de peso que motivan mi atropellada pero luchadora perseverancia, como la adquisición de disciplina, el manejo del tiempo de dedicación a la escritura, el acto creativo que nace en la necesidad de reflexionar sobre cualquier tema, la posibilidad del jugueteo verbal y de experimentación que da un espacio libre como éste, la aparición repentina (aunque latente desde antes) de un tema del que puedo sacar mucho jugo (la intrusión de un yo o de un alterego inquisidor), la conciencia por saber que somos a la vez autores y editores de nuestro trabajo, y que de nosotros depende que las entradas vean la luz con decencia... entre otros detalles que representan ganancia de experiencia en el espinoso y genial oficio de la escritura.

La presión al escribir aun sigue, y probablemente seguirá por un buen tiempo (quiero desconocer los porqués). Digamos que, como mínimo, le hallé un poco más de sentido en el informal oficio de bloguear. Aguantaré la presión mientras me sea posible... y tal vez la domestique, o tal vez podamos convivir juntos de mejor manera, o... Tal vez simplemente siga yo con nuevas entradas., cada vez con más gusto y frecuencia, sin importar los para qués...

He aquí que ya dije lo que quise decir.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Sobre In Treatment

Ya hace algún tiempo terminé de ver la primera temporada de una serie que realmente la ha sacado del estadio en cuanto a calidad y tensión. Es una serie norteamericana transmitida por el canal HBO llamada In Treatment (en tratamiento). Esta es la historia del terapeuta Paul Weston (Gabriel Byrne) quien a medida que trabaja en el proceso de cura de sus pacientes descubre como sus propios elementos psíquicos están fuera de control y lo llevan a buscar ayuda donde su antigua terapeuta y supervisora Gina Toll (Dianne Wiest).

Esta serie que quizá no sea para todo el mundo, debido a sus enormes exigencias durante los capítulos (sesiones de terapia), pues apuesta a la trama, el lenguaje corporal y el derroche de tensión y emociones más que a la acción y variedad en sus locaciones, es una serie de esas que me llevan por instantes a volver al mundo del control remoto y las horas frente al televisor.

Hace poco he logrado conseguir la siguiente temporada en donde Rodrigo García y los demás productores prometen mayor acción y drama que hacen de esta serie mi serie recomendada del momento, dentro del consultorio del Dr Weston confluyen historias, emociones, conflictos psíquicos y demás situaciones propias de la terapia real en donde como siempre el éxito de la terapia depende de los progresos que logre hacer el paciente sobre sus propias resistencias.

Por ahora solo quería compartir mi alegría de tener en mis manos (bueno, no literalmente) la siguiente temporada, que en un rato mismo empezare a ver. Por ahora los invito a que se hagan con esta autentica joya de la televisión y se pongan al día, que yo después les cuento como va esta segunda temporada donde según lo leído y averiguado la vida de este psicoanalista tomara rumbos definitivos.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Me gusta/No me gusta IV

- No me gusta el fútbol —o como mínimo poco me interesa—, pero cuando me encuentro con que estoy viendo un partido, sin importar cuáles son los equipos en contienda, me gusta ver la manera en la que reaccionan los jugadores cuando anotan un gol. Me entretengo mucho cuando, por ejemplo, luego de soportar en la TV el lastre que significa para mí el desarrollo del partido en general, pillo el momento exacto en el que alguno de los ágiles futbolistas se aproxima al arco y dispara, y puedo apreciar luego la manera en la que casi de inmediato el alegre muchacho corre hacia uno de las dos esquinas de la cancha para sacudir la camiseta, saludar al emocional público, pegar brincos o volteretas, hacer bailes exóticos o lo que sea, y finalmente llegan los compañeros y se lanzan sobre él, en una fiesta espontánea y efímera, pero muy diciente de la expresión del fútbol… lo mejor es cuando presentan la repetición en cámara lenta y puedo apreciar, en minucioso detalle, el momento justo en el que el jugador se acaba de dar cuenta de su logro e inicia su celebración Si uno se fija puede ver reacciones muy sutiles en fracciones de segundos, que son como una mezcla extraña de sorpresa, incredulidad y estupefacción...

- Me gusta pasarme la mano derecha a la parte de atrás de mi cabeza, y juguetear luego con algún mechón de mi pelo. Por lo general es el mismo mechón el que busco para distraerme, mechón que luego de un tiempo se desliga de los demás y se para solo, como si estuviera buscándome, deseoso de mi mano. Puedo pasar horas completas enredándome el dedo índice en ese montón de cabello, frotándolo, dándole vueltas, doblándolo, volviéndolo una bola y pellizcándolo, para luego soltarlo y comenzar de nuevo... no sé, puede sonar erótico... y tal vez lo sea: tal vez eso explique lo mucho que disfruto jugar con mi cabello.


- No me gusta encontrar videos en Youtube de guitarristas pretenciosos, con sus cámaras en sus pequeñas habitaciones, sentados encima de sus camas, con ínfulas de genios de las cuerdas, mostrando el porqué son los "mejores guitarristas del mundo" sólo porque, al son de alguna pista muy básica de batería, teclado y bajo, probablemente grabada por ellos mismos, aporrean su pobre eléctrica (o acústica, en los casos más tristes), rápido, muy rápido, paseándose por los trastes de prisa, como si en un lapso muy pequeño de tiempo les fueran a quitar sus instrumentos y tuvieran por ello que adelantar escalas empalagosas, arpegios extravagantes y artificios varios. No niego que los fulanos tengan un dominio admirable de la guitarra, y no niego que la tocan muy bien, con buena rapidez, precisión y técnica; es solo que no siento que haya alma ni vida en sus interpretaciones, sean versiones de clásicos del rock, de bandas sonoras o incluso de música clásica en clave heavy metal (esas versiones son las más arrogantes) o melodías propias. Sólo mueven sus dedos memoriosos muy rápido, impresionando en el camino a miles de videovidentes, pero conmoviendo a muchos, muchos menos. Opino que muy pocos exponentes se salvan, como Andy McKee, Sungha Jung, DavidMeShow y un puñadito más que tocan no sólo con sus dedos y sus muñecas, sino con su espíritu (por más cursi que suene)... bueno, ese DavidMe podría bien encajar en la descripción que hice de los guitarristas que no me gusta ver en Youtube, pero es un payaso que causa gracia, y le respeto eso como mínimo.