miércoles, 23 de diciembre de 2009

Autocensura

De pronto eso es lo que pasa. De pronto es ésa la razón de mi accidentado y dolorido ritmo de escritura. De pronto es ése el motivo de mi zozobra frente a la plantalla sin letras mías. De pronto, carajo.

Lo digo porque ahí está, fregándome las cosas y revoloteando impune dentro de mi cabeza,, como si el problema no fuera con esa cosa. Algunos la llaman "conciencia", haciendo referencia a esa voz interior, y mentalmente audible, no relacionada con asuntos esquizofrénicos, que cuestiona bajo una lupa ética (y un tanto moral) mis acciones, y las analiza conmigo en un diálogo con aires de monólogo... pero esa insistente voz mental que es mi conciencia no es la que me está jodiendo, no. Es otra cosa, otra presencia, más silenciosa, menos amable, influyente de alguna forma poderosa en mi pensar y actuar, y que me jode en el momento de hacer las entradas, y me hace borrar lo que ya tengo escrito, sin oportunidad de hacer pentimentos como en una pintura, porque nada queda debajo de nada aquí, y por eso lo borrado se me pierde casi que para siempre.

Y se que viene de mí. Y es que soy yo el que la alimenta. Y es que, más que una presencia, es una actitud, un hábito. El hábito de aplicar la autocensura sin treguas en mis palabras, de confrontarlas agresivamente y eliminarlas sin permitirles a veces que vieran la luz de papel o de cristal líquido. De desechar mis posibles temas de escritura por las razones más ambiguas, como si de un concurso televisado de preguntas y respuestas rápidas venido a menos se tratara. De alzar la bandera de la dificultad como señal de conquista foránea en mis propias tierras, que antes veía llenas de creativas oportunidades, y luego veo convertidas en tristes letargos.

No es un asunto trágico. No es algo que amerite perder la máscara de la cordura. Pero si resulta frustrante. Saber que en el espacio relleno entre mis orejas intentan aterrizar muchas ideas y ocurrencias, y que casi todas ellas se ven masacradas por mi desidia y mi impotente cohibición a escribir lo primero que se me ocurra sin tapujos (aspecto que casi que termina flotando en mi inconsciencia), es algo que me frustra.

Cada vez se me hace más difícil lidiar conmigo por esta autocensura, sobre todo porque hace que escribir entradas sea un ejercicio demorado y agotador, que me hace ver susceptible de caer en la desesperanza de borrarlo todo y dejar pasar los días en blanco. Por fortuna y alegría, o como mínimo a modo de consuelo de seres no tan tontos, La figura de la autocensura ha quedado en evidencia. Su escondite fue desintegrado, y ya no hay chance de escape o de consideraciones. La guerra íntima contra mí mismo puede ya empezar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nos gusta que prueben algo de nuestros frutos sin más, pero nos gusta más cuando nos hacen saber si los temas están jugosos, si hay muchas pepas entre ideas, si el sabor de su lectura es bueno o si están biches o muy maduros; Así que adelante, deja tu semilla, tu esputo, tu abono o tu espalda para recostarte, lo agradeceremos y sabremos darle su buen uso.