viernes, 11 de diciembre de 2009

Unas palabras sueltas

Antes de escribir esta entrada, estuve pensando un poco en el tema de la misma, y gracias a ello pasé más de media hora mirando una pantalla y una pantalla de creación de entradas vacía. y fue entonces cuando me di cuenta de que, a pesar de llevar ya un buen par de meses de labores en este blog —que presumí aptos para conseguir la adaptación y el hábito de escribir con regularidad en un espacio visitable por cualquier ciberparroquiano—, aun siento esa presión, esa molestia extraña en el pecho, esa angustia que se parece a la que se vive en la espera, y que al parecer me ha acompañado, con irregular vehemencia, desde mi primera entrada, y que ha hecho de mi proceso de adaptación un sutil calvario. A pesar de esto, he de continuar, pues tengo un consuelo y un reto: mi consuelo es el hecho de saber que el acto de escribir no siempre me provoca sufrimientos, pues como mínimo percibo cierta satisfacción cuando veo mi entrada publicada, desprendida de mí después de darle clic al sólido botón naranja que conocen muchos blogueros; mi reto es publicar lo más pronto posible para no pagar el precio que supone pasarme del plazo impuesto por mi compañero de blog y yo (de este último detalle hablaré más adelante, lo prometo). Y desde ya esos dos elementos hacen emerger otras razones de peso que motivan mi atropellada pero luchadora perseverancia, como la adquisición de disciplina, el manejo del tiempo de dedicación a la escritura, el acto creativo que nace en la necesidad de reflexionar sobre cualquier tema, la posibilidad del jugueteo verbal y de experimentación que da un espacio libre como éste, la aparición repentina (aunque latente desde antes) de un tema del que puedo sacar mucho jugo (la intrusión de un yo o de un alterego inquisidor), la conciencia por saber que somos a la vez autores y editores de nuestro trabajo, y que de nosotros depende que las entradas vean la luz con decencia... entre otros detalles que representan ganancia de experiencia en el espinoso y genial oficio de la escritura.

La presión al escribir aun sigue, y probablemente seguirá por un buen tiempo (quiero desconocer los porqués). Digamos que, como mínimo, le hallé un poco más de sentido en el informal oficio de bloguear. Aguantaré la presión mientras me sea posible... y tal vez la domestique, o tal vez podamos convivir juntos de mejor manera, o... Tal vez simplemente siga yo con nuevas entradas., cada vez con más gusto y frecuencia, sin importar los para qués...

He aquí que ya dije lo que quise decir.

1 comentario:

  1. Mira. Yo creo que escribir siempre nos va a producir un poco de angustia. el asunto del placer viene despues, cuando los lectores nos dicen que lo que escribimos ha sido importante para ellos.Incluso algunas veces nadie va a decirte nada sobre lo que escribiste,pero cuando hay escritor adentro escribir es un destino algo que duele pero que no podemos dejar de hacer, es un sino y nosotros respondemos a él porque escribir es una experiencia corporal y el cuerpo se acostumbra.

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Nos gusta que prueben algo de nuestros frutos sin más, pero nos gusta más cuando nos hacen saber si los temas están jugosos, si hay muchas pepas entre ideas, si el sabor de su lectura es bueno o si están biches o muy maduros; Así que adelante, deja tu semilla, tu esputo, tu abono o tu espalda para recostarte, lo agradeceremos y sabremos darle su buen uso.