domingo, 27 de diciembre de 2009

Viaje a los confines del Super Nintendo

Este miércoles 23 de diciembre que pasó, tuve la oportunidad, por coincidencias de la vida, de acompañar a un amigo en una búsqueda que nos llevaría años atrás y que me recordaría la huella que hace el tiempo en todo lo que poéticamente llamamos pasado. Estando en fechas decembrinas lo más lógico era subir como lo hace la mayoría de la gente en busca de regalos al centro de la ciudad. Allí el comercio para estas épocas es universal y si se busca con mente abierta y paciencia se puede conseguir regalos de todos los presupuestos. Sin embargo nuestra búsqueda se reducía a dos pequeños centros comerciales donde se concentra la totalidad del comercio del videojuego en la ciudad.

Esperando un encuentro sencillo con el pague y lleve nos sumergimos en el centro comercial san andrexitos, pero la sorpresa que nos llevaríamos, mas por nostálgicos, porque era de suponerse, nos entristecería a tal punto que recordaríamos las épocas en donde el furor del Super Nintendo se respiraba en todos los niños, y jóvenes de mi edad. Si, nuestra búsqueda era encontrar juegos de esta consola de infancia que en repetidas ocasiones nos permitió verbalizar la felicidad hecha diversión. Pero en esta ocasión la flamante Super Nintendo de sonrisas y esperanzas mías y de mi generación hace más de quince años, ahora solo provocaba en la gente miradas de extrañeza y sonrisas furtivas que nos iban diciendo sin respeto alguno por nuestros recuerdos: nooo, eso ya no existe, no mano eso es de los años de matusalén, eso ya no viene, hasta que un niño, con su aspecto sobrado mientras jugaba con un Xbox 360 nos dio el golpe de gracias, pero están como desactualizaditos, eso ya no viene ¡hace siglos! Ahí comprendimos que la búsqueda seria a muerte, tratando de rescatar los pocos fragmentos que pudiesen quedar de esa parte de nuestra infancia.

Después de más de cuarenta y cinco minutos de angustiosa búsqueda el balance no podía ser peor, de dos centros comerciales; uno de dos pisos y otros de tres, solo encontramos juegos en dos almacenes: uno en el taller de reparaciones de un ebrio mecánico que por las vísperas de la noche buena ya había empezado a tomar y que tenía dos casettes a medio servir, y que decía a todo pulmón eran sus herramientas de trabajo: con estos juegos pruebo los súper Nintendos que reparo. El otro lugar, un exclusivo almacén donde una muchacha morena, mal mirada y poco amable escondía un tesoro de los tiempos de piedra con más de 20 juegos que no pudimos comprar porque creyendo que aun alguien le comprará los juegos cada uno a 45 desprecia a los clientes que le explican que esta consola ya está en el olvido de muchos y en el recuerdo de algunos pocos.

Al final de nuestra corta, pero nostálgica expedición por los juegos del pasado en tiempos presentes, nos hicimos a uno de los dos viejos juegos del vendedor ebrio que a pesar de que con gusto nos vendió uno de sus casettes por quince mil pesos continuaba gritando: con estos juegos pruebo los súper Nintendos que reparo.

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