viernes, 1 de enero de 2010

Los trenes y la Literatura Chilena (Homenaje a Jorge Teillier)


Cada creación esconde en sus colores, palabras o formas un entramado de universos que solo pueden aprehenderse cuando se buscan sus orígenes en las fronteras del alma de su creador. Sin embargo este universo es casi palpable, sentible, digerible sin la necesidad de ser preso por el entendimiento, pues la obra es reflejo de un creador que ha sido superado por su obra. Cada artista difiere de los otros, debido a la misma naturaleza de su pensamiento y emociones que han sido nutridas por elementos diversos que determinan su posición en el mundo.

A pesar de esas diferencias que habitan en cada artista y que son propias de sus interacciones, experiencias, miedos y demás, hay elementos inconscientes; arquetipos que llegan siempre ha calar tan profundo en una generación o en un país que producen maravillosas antologías en torno a un solo tema. Ese es el caso de la Antología El tren en la poesía chilena realizada por el poeta austral Jorge Montealegre, quien en homenaje al fallecido creador Jorge Teillier reúne los mejores poemas construidos en torno a este viaje a través de vagones, paisajes y mundos que solo el que se dispone a viajar, a internarse en la profundidad de paisajes lejanos logra atrapar. Cada poeta de esta antología posee su propio universo, sus propias indagaciones, diversas entre sí, pero que con motivo del tren, arquetipo de la literatura y poesía chilena se unen en un solo encuentro, en un solo universo que llamamos chile. La lectura de cualquiera de los poemas nos permite sumergirnos en el universo privado de cada poeta, de su subjetividad, de sus emociones, pero todo atravesado por un momento y un modo de ver el mundo ligado a los viajes en ferrocarril.

Así como sucede con los trenes en chile, cada país posee elementos colectivos de los cuales se nutren la escritura y el arte a lo largo de la historia y del tiempo, pero no son tan visibles debido a que en ocasiones no se generan apoyos y espacios para la compilación y exhibición de estos aconteceres que no solo enaltecen la poesía, sino que rescatan las raíces y características de la forma de vivir de los diferentes pueblos.

Quiero terminar este sencillo homenaje con un poema de este magnifico escritor Chileno de su libro Los trenes de la noche, 1964.

17


Ha terminado el verano.
Regreso a la ciudad como tanta otras veces
en el sudoroso tren de la tarde.

Ha terminado el verano,
no sin antes marchitar con sus manos polvorientas a los girasoles,
no sin antes resecar los cardos que crecen junto a los rieles.
A la ciudad debía acompañarme el viento del sur.
El viento que se queda rondando por los campos y es el sereno
que los villorrios escuchan sin esperanza todo el invierno
como ancianos que en caserones ruinosos pegan sus oídos a relojes sin agujas.
El viento que barre con cardos y girasoles.
El viento que siempre tiene la razón y todo lo torna vacío.
El viento.
Quizás debiera quedarme en este pueblo
como en una tediosa sala de espera.
En este pueblo o en cualquier pueblo
de esos cuyos nombres ya no se pueden leer en el retorcido letrero indicador.
Quedarme resignado como una mosca en invierno
escribiendo largos poemas deshilvanados
en el reverso de calendarios inservibles
sin preocuparme de que nadie los lea o no los lea,
o conversando con amigos aburridores
sobre política, fútbol o viajes por el espacio
mientras tictaquean las goteras del bar.

Todo empieza a quedar en penumbras.
El viento apaga la luz de los últimos girasoles.
Todo está en penumbras.
La campana anuncia la llegada del tren
y siento el mismo temor del alumno nuevo
cuando sus compañeros lo rodean en el patio de cemento de la escuela.
Pero debo dejar el pueblo
como quien lanza una colilla al suelo:
después de todo, ya se sabe bien
que en cualquiera parte la vida es demasiado cotidiana.

Hasta luego: rieles, girasoles,
maderas dormidas en los carros planos,
caballos apaleados de los carretoneros,
carretilla mohosa en el patio de la casa del jefe-estación,
tilos en donde los enamorados han grabado torpemente sus iniciales.

Hasta luego,hasta luego.
Hasta que nos encontremos sin sorpresa
viajando por los trenes de la noche
bajo unos párpados cerrados.

1 comentario:

  1. Volví al blog con la excusa de copiar este poema para compartirlo con alguien... y me dio una nostalgia tremenda... hemos abandonado esto... como se abandona una estación de tren... habrá sido este blog eso, una estación más en nuestra vida? ¿Volveremos a él?

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