domingo, 10 de enero de 2010

Pensamientos flojos I

Un día comencé a pensar en que es muy desesperante el hecho de que, si no se hace nada para fortalecer una vida, ésta desaparece sin ducha alguna. De igual forma comencé a pensar que el hecho de saber, creer o tener la convicción terca que se es el responsable de aquello que llaman destino (a merced y al margen por ahora de creencias religiosas o esotéricas), también suele ser una situación entristecedora o, como mínimo, generadora de angustias. Luego pensé en que es más deprimente aún es el hecho de que, sabiendo todo lo anterior y siendo de alguna forma consciente de lo que puede suceder si se abandona la vida, en ocasiones o con notable frecuencia no hago nada al respecto para solucionar el problema de la desaparición vital. Vi que se habla de pulsiones, afectos que actúan como barreras, pereza pura, entre otras cosas (bueno, no tanto: ya sería bastante molesto pensar en una probable fuerza misteriosa que impida el crecimiento personal, la autorrealización o como románticamente le llamo, la felicidad). Ahora, ¿Será posible que se trate de un miedo? ¿Miedo a qué? Sólo basta con averiguarlo, me dije. Porque claro, nadie dijo que era fácil, aunque al menos nadie lo ha querido confirmar. Vaya conceptos...

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