martes, 30 de abril de 2013

Sobre Kim ki Duk y Time


Kim Ki Duk es mi tipo de director, el que lleva a los limites la condición humana, pero un límite que está siempre protegido por la poesía, y por la puesta en escena de lo bello en contra posición de lo más repudiable de nuestra condición. Esto es difícil de conseguir, creo que pocos directores lo logran, pocos logran sortear esta línea a la nada que sostiene estos límites sin caer en el horror, en lo ordinario o en lo escatológico, porque es hacía estos territorios oscuros donde apunta por lo general nuestra condición de seres pensantes.

Duk logra explorar las profundidades de nuestra raza con sutileza, creatividad y mucha belleza argumentativa, fotográfica y sonora. En esta ocasión le llega el turno al amor y al paso del tiempo. Seh-hee creé que su novio Ji-woo se está cansando de ver el mismo rostro y de hacerle el amor al mismo cuerpo luego de dos años de relación. Esta idea se apodera de ella por completo tras un incidente en una cafetería donde Ji-woo es amable con dos chicas con las cuales intercambia tarjetas. La furia de Seh-Hee se desata a tal punto de gritar y humillar a las chicas con las que había hablado antes Ji-Woo. El punto de no retorno ocurre cuando Ji-Woo no consigue hacerle el amor atribuyéndolo a su cansancio. Seh hee le pide que recuerde a una de las chicas del incidente de la cafetería y que imagine que es a ella a quién le hace el amor, lo cual funciona. Al día siguiente Seh-hee desaparece de su casa, de su trabajo y del mundo para someterse a una cirugía que va a cambiar la vida de estos personajes para siempre, una cirugía de transformación de rostro y cuerpo.


Es difícil no ver puesto allí en escena los miedos, las preocupaciones y los horrores de nuestra cotidianidad, esas situaciones que amenazan con arrasarlo todo y dejarnos sumidos en la desesperación, indefensión y tristeza, pero rara vez nos dejamos llevar por estos impulsos que acabarían por sepultarlo todo, siempre(o casi siempre) encontramos escapes que nos permiten salvarnos de enfrentar al terror que hay escondido tras nuestras máscaras: el cuerpo y el rostro. Kim Ki Duk logra llevarnos hasta esa caverna oscura de la cual no volveremos siendo los mismos. 

miércoles, 24 de abril de 2013

Abril 20

Tenía la idea fija en mi cabeza de que había publicado esto, pero me doy cuenta de que no lo hice. En su momento tuve algunas prevenciones que es mejor no detallar. He decidido dejarlas a un lado y, finalmente, publicar esto.

Ayer, después de ver el partido de Champions League, me dieron ganas de escribir al respecto. Dejé que pasara el rato y cuando me di cuenta era hora de ir al taller. Regresé a mi cuarto a las dos de la mañana y me acosté (miento: escribí un poquito pero de otra cosa). Hoy eso se diluyó un poco. Quizás lo haga de todos modos y ponga otra entrada hoy, así que de antemano pido disculpas. Por ahora pongo lo que tengo atorado:

Abril 20


- Algo sobre esa clase de los jueves en la que nos ponen a escribir: el profesor hace que leamos nuestros escritos frente a todos. Es una dinámica a la que ya estoy más que acostumbrado. He aquí el problema: tras cada lectura, todos aplauden. Son todas mujeres y aplauden, lea quien lea, escriba lo que escriba. Ayer, por ejemplo, dos lloraron: una por el escrito de alguien que hablaba de recuperar la esperanza, con un manejo literal y medio cursi; otra por el relato de un padre que moría. Se les enrojecieron los rostros y apretaron la boca, alguien dijo “Aaaah, está llorando”. Pero siempre hay aplausos y nadie dice nada malo. Siempre son cosas como “exquisitas descripciones”, “me gustó…”, “me encantó…”. Parece una piyamada en la que todas se dan con almohadas rosadas; plumas y mariposas vuelan a nuestro alrededor.

Ah, pero yo vengo de otra escuela, de la dura. En el lugar de donde yo vengo, amigas, tengo que estarme cuidando de las balas. Allí nadie concede nada. Tienes que ir con cuidado y no recibes un aplauso ni de casualidad. Te enfrentas a la rabia y a la crítica del mundo bravo, condensada en unas pocas personas. Estás expuesto y sientes que vas a perder la vida si no te cuidas. Atención: tienes que hacer lo mismo cuando otro pasa al examen; no puedes concederle nada, tienes que apuntar a sus debilidades y derribarlo por ahí. No hay maledicencia en esto; es lo mejor que puedes darle, es tu compromiso más firme con el prójimo.

Entonces yo, que estoy acostumbrado, o mejor dicho ya condicionado al error, al tropiezo literario, me enfoco en eso: no sé ver otra cosa o digamos que si la hay la descarto para encontrar la fisura. Por eso mi crítica siempre se va a desviar hacia la carencia más que al atributo. El halago no nos ayuda, no nos sirve (a los que venimos de por allá, de donde les digo). De manera que cuando llega la hora de opinar me quedo callado, más que por timidez o indolencia, porque sé que lo que tengo por decir no va a caer bien en ese ambiente alegre y amable de aplausos. Tampoco aplaudo y con esto me comprometo a mi verdad y soy lo más franco que puedo. En las últimas lecturas, ya consciente de esta incompatibilidad, simplemente presto algo de atención básica a lo que leen y dejo que otro tanto de mi concentración divague en los vericuetos de mis propias escrituras.

Es curioso, sin embargo, que este grupo de apoyo me estimule las ganas de leer. Pero no ahí, para ellas (aunque tampoco rechazo la oportunidad de lucirme), sino en el taller. Sentado ahí los jueves me digo “Mierda, tengo que leer en el taller este martes; es absolutamente necesario; es incluso placentero”. En esta clase de los jueves solo he leído una vez: esa en la que tuve impacto. Esta semana no me tocó leer ni en una clase ni en otra por una cadena de desencuentros, y ya estoy ansioso por leerles a mis compañeros de los martes (los que esquivamos balas) y a mis compañeras de los jueves (las que me darán un aplauso seguro). Quizás una cosa estimule la otra: puede ser que los aplausos de los jueves me reconforten si es que recibo un totazo el martes, o puede ser que una buena lectura el martes me llene de convencimiento para el jueves. Incluso puede darse que una lectura de los jueves me deprima y anule el buen efecto que haya podido tener una lectura de martes. (Ahora que esta divagación se ha vuelto casi un trabalenguas, la dejo hasta aquí).

Todavía ansío la posibilidad de llevar material de la novela a la clase de los jueves. Necesito que una de esas consignas que nos proponen abarque el mundo de Adaleón y Cecilio. Entonces ya veremos qué pasa.

lunes, 22 de abril de 2013

22 de Abril de 2013


Durante las últimas semanas he intentado terminar algún escrito, pero no he tenido suerte. Si bien, creo, nunca he tenido un cuento listo y presentable, ahora la complicación es mayor, pues ni siquiera puedo llegar a lo que sería un final o cierre al menos temporal. Empiezo a escribir con entusiasmo y después de tres o cuatro páginas me canso, me aburro y decido dejar el cierre para otro momento donde vuelta a sentir el impulso que me llevó a escribir, pero ese impulso nunca regresa. 

Cuando me vuelvo a sentar lo hago con otra idea y con otra historia en la cabeza y cuando me doy cuenta tengo escritas tres o cuatros historias que no termino de cerrar y en las que no deseo ocupar mi tiempo; como si el placer lo encontrara en contar pedazos de historias que no van a ninguna parte. Sé que esto no es nuevo en mí, que ya me ocurría antes, pero llevaba unos meses en donde escribía y también disfrutaba de la corrección, de intentar darle forma y belleza a los textos.
Pero de nuevo la nube negra ha caído sobre mi balcón y me absorbe la energía, me come las ganas de corregir y a veces hasta de escribir. Por lo menos sigo apegado a la lectura y confío plenamente en que esta me llevará, más tarde que temprano, de vuelta a los caminos ocultos de la escritura.

Ganas de escribir

Tenía muchas ganas de escribir sobre un montón de cosas, pero cuando inicié sesión para hacer una nueva entrada todo se me volvió nubloso y se me quitaron un poco las ganas. Suele pasarme muy seguido: me encuentro con que quiero escribir, con que las ganas son enormes y es preciso levantarme y teclear lo más rápido posible, pero suelo demorarme en alguna cosa, en alguna distracción, alguna ida al baño, a lavar los platos, a contestar el celular (cuando tenía), lo que sea, y cuando tengo ya la pantalla dispuesta y el teclado al frente, todas las ideas que pudiera haber tenido se me antojan tediosas o ridículas, suelo mezclarlas o  confundirlas, no recuerdo por dónde comenzar, me comienzo a sentir como un bobo, sentado ahí al frente del computador, esperando a que mi cerebro arranque o se destrabe. Todo por no haberme dado la suficiente prisa. Luego de esto sencillamente cierro sesión y vuelvo a mis nohaceres. Al menos ahora logré pasar un poco de esa situación frustrante y superar un poco la impotencia escribiendo esto. Al menos estoy procurando escribir bien, procuro revisar lo que escribo y vuelvo a escribirlo si hace falta. Al menos estoy haciendo el esfuerzo, el deber de escribir un poco. Al menos, al menos, al menos. Bla, bla, bla. 

Quizá la cosa se trate de escribir cuando se tengan ganas, pero también de forzarse cuando la ocasión lo amerite. Quizá esta entrada sea el resultado de haberme obligado a iniciar sesión y comenzar a escribir a pesar de todo, a pesar de que sabía que lo único de lo que podría escribir es de las ganas que se me van casi que como humo cuando ya tengo todo dispuesto. Quizá esto sea un indicio de que a veces hay que ir más allá de la disposición y hacerle a la vaina, como cuando uno está en una piscina olímpica y piensa en saltar por el trampolín y agarra impulso y corre, y llega el momento en el que no puede hacer marcha atrás, porque se ha llegado al final del trampolín, porque se ha corrido lo suficiente como para que parar sea imposible, porque uno mismo se ha forzado a conseguir un resultado. Y entonces uno salta, porque no queda de otra... o se deja caer del puro tropezón, no se, algo así podría suceder, pero siempre bajo la premisa de que ya no hubo más opciones, porque al tomar impulso uno mismo se ha forzado a ir adelante, porque la ocasión lo valía, porque al final lo espera a uno el agua y el chapuzón y el sentirse contento, o de pronto un esguince o una torcedura de tobillo o algo así. O de pronto una piscina vacía, quién sabe.

Es que ahí está la cosa, que si uno se fuerza a hacer algo es por la posibilidad enorme de que al hacerlo llegue algo bueno, que valga la pena correr el riesgo de lastimarse un poco. Y para eso tienen que haber ganas de lanzarse, de forzarse. En últimas es algo voluntario. Nadie me ha obligado a escribir estas líneas... bueno, actualmente hay una especie de acuerdo entre los que escribimos, en el que nos comprometemos a tener cierta periodicidad con el blog y en el que si alguno de nosotros incumple debe pagar una especie de multa; pero eso no alcanza para decir que me siento obligado a hacerlo, no es una multa grande ni mucho menos, si bien por ahora preferiría no pagarla... Tonces decido lanzarme, ponerme a escribir a esta hora (las cuatro en punto de la mañana) esta cuestión autoreferencial sobre el hecho de las ganas de escribir que se me van cuando me siento a escribir. Y llega un punto en el que parar es imposible, o más bien impensable, a pesar de la hora y el sueño (que más vale aceptarlo, no tengo) porque me decidí, en un esfuerzo voluntario, a completar una entrada sobre este tema. Sin importar nada más. Si siquiera las ganas que, lo admito, me dieron de no publicar esta entrada y mandarla a la mierda, porque sentí que la entrada era aburrida y que no estaba llegando a ningún lugar con este circunloquio. Porque sí, sí llegué a algo, o al menos eso quiero y necesito creer. A veces también hay que aprender a contenerse. 

viernes, 19 de abril de 2013

A propósito del maestro


Hace poco pasó algo que me hizo recapacitar en un elemento muy importante para cualquier oficio creativo, al menos para el que empieza: la relación alumno-maestro. Así lo veo yo:

"Me parecía algo dado, algo cierto que todos sabían: a un maestro debes respetarlo casi como a un padre. Por algo te acoges a su criterio, a su taller, a su guía. De nada sirve que te aproximes a un maestro con terquedad y permitas que tu soberbia disminuya su figura a favor de la tuya y de tus percepciones miopes y poco desarrolladas. El maestro está allí por sacrificio propio, por talento propio, por destino propio, y eso es incuestionable. Si no apruebas su forma de ser o su método entonces déjalo y busca otro, pero sin odio, sin agresión. Esto es algo que yo siempre he tenido claro y que he manejado con todos mis maestros, aun por encima de la dureza con la que me enseñaron. Aunque llegué a creerme inútil, incapaz y poca cosa, nunca transferí esto a mis maestros, porque ellos para mí estuvieron una dimensión más allá, fuera del alcance de mi vanidad y de mi rabia, incluso del de mi amistad. A un maestro tengo que verlo como algo misterioso e inasible, como algo divino, puesto allí por una fuerza superior, como un elemento de luz. Mientras es mi maestro, lo despojo de su humanidad, al menos en lo más repugnante y vulnerable de esta, y lo idolatro. No me vuelvo un obsecuente ni el miembro de un club de fans, sino que su criterio y sus preceptos son, mientras esté bajo su amparo, válidos".

martes, 16 de abril de 2013

Sobre "Mapa" (Heroedeleyenda)


Mapa es un viaje hacia el profundo dolor de un director que no logra reponerse de un abandono, es una obsesión que nos lleva a seguirlo desde la India hasta el borde de la muerte. También podemos decir que es una película y un diario, pero sin duda alguna yo preferiría decir que es un intento DESESPERADO por reencontrar el sentido a la vida, de ponerle orden al encuentro con lo real, con el tedio, con la nada que siempre se pasea invisible frente a nuestros ojos. 

Es por eso que la película aspira a ser un mapa, una tabla de salvación frente a la perdida de la vida, el tiempo y el amor. Pero este mapa no termina de ser legible: al contrario, cada vez parece estar más borroso y en esta confusión nos sumergimos con el director, porque después de un arranque perfecto, desde el plano narrativo y argumentativo, con el paso de los minutos la película empieza a empantanarse al mismo tiempo que lo hace la vida de Siminiani: reflexiones excesivas, preguntas sin respuestas, imágenes perdidas, fachadas de edificios, y hasta un alterego del personaje. Todos estos subproductos son mecanismos de defensa frente al miedo y la pérdida de control que por momentos nos hace pensar que nublaran la película, así como la mente de Siminiani, que la arruinarán. Pero el talento y la creatividad con que son abordadas no permite que esto ocurra, siempre hay una buena idea, una chispa de humor, una revelación, alguna forma de seguirlo y continuar perdidos junto a él y su película. Porque de eso se trata, cuando el director está perdido la película  también lo está y por ende nosotros lo estamos.

De ahí se desprenden la tristeza, lastima, rabia y la confusión que se experimentan y se sobreponen constantemente sobre el espectador que ha decidido dejarse llevar hasta el fondo de la situación. La película termina siendo un huir(a la India) aunque se plantee que es un intento de encuentro espiritual, un enfrentamiento (Con Luna quién de alguna manera lo  tortura) y una aceptación (Luna no va a volver pero tampoco se va a ir, al menos hasta que la película no se termine). Es por eso que el final es un principio del que no hablaré para no espoilearlo. Mapa, es un gran debut de Simianini, una película con carne, con corazón y sobretodo con mucha belleza y originalidad, una obra que demuestra con creces que el arte también puede ser una cura.

Sobre "Mapa" (Gina)


En búsqueda de un significado y de alguna respuesta a lo que ahora acontece en mi vida, llegó Mapa, un lagometraje de León Siminiani que relata cómo en poco tiempo todo lo que un hombre ha construido se ve derrumbado por dos palabras diferentes pero con el mismo trasfondo: “terminamos” y “despedido”, dos sencillas palabras que lo llevan a una gran aventura por la India, en búsqueda de emociones y de sentimientos más bien románticos. Sin embargo, más allá de eso, nos lleva y nos hace sentir su desespero, su ansiedad, su tristeza… y no dejemos a un lado la frustración.

Es ahora que pienso: ¿adónde iría yo?, ¿adónde quiero ir ahora?, ¿es un escape de la realidad, es enfrentarse al mundo y a otra cultura porque todo lo que se ha construido a lo largo de años se vio afectado por una palabra?, ¿y ahora qué? Todo se destruye, todo deja de existir por un instante, se queda en el aire y se busca otra alternativa para seguir, hacer algo nuevo… un cambio. Pero ese cambio no lleva a nada, no arregló la vida, y vuelve de nuevo enfrentarse a la tristeza y a la desesperación por haber creído en algo que ya no está, pensar por un instante si todo fue falso.

Cuando León llega a la India, sentí desespero: tanta gente y tanto ruido. Soy una persona particularmente cansona con esos dos aspectos, por lo tanto sé que el último lugar donde iría para mi escape sería la India. Pero eso era lo que León quería: enfrentarse hasta lo último y así encontrar alguna respuesta que lo hiciera reaccionar, y en esos minutos me llevó a mí a buscar la respuesta a mi situación.

León nos muestra varias imágenes impactantes durante el largometraje. Algunas que empiezan con un fin terminan con otro, como la imagen de la vaca que termina con un niño haciéndonos muecas… haciéndonos, como si supiera que estuviéramos ahí, mirándolo y dejándonos contagiar de su alegría.

El sonido del silencio en distintos lugares me encantó: capta la tranquilidad y te sientes de nuevo vivo. Me faltaba escuchar el silencio para encontrar mis respuestas.

Sobre "Mapa" (Mikán)


Esto tiene spoilers.

Cuando salí del anfiteatro en el que vi la película consulté la hora. Esperaba que fueran las doce y algo. En realidad, eran apenas las once y media. Esto me dice que la película se me hizo larga. Ya trataré de explicar por qué.

Primero tengo que darle su espacio a la principal virtud de la película: el gran manejo de recursos del director. Durante la primera parte de la película (una media hora, calculo) quedé fascinado y enganchado con la cadena de acontecimientos, no tanto porque fueran magníficos: todo lo contrario, eran muy sutiles e íntimos, y ahondaban en la individualidad y el universo emocional de un personaje bien construido, quizás porque es muy apegado a la realidad. En ese sentido llegué a considerar que esto fuera una novela en soporte visual: además de la sinceridad desde la que se hablaba, en ciertos momentos la voz del narrador adquiría una cadencia y una fuerza muy propias de una obra literaria. En ocasiones la imagen servía al texto (cuando intuyo que en cine debería ser al revés), pero esto no fue un problema para mí e incluso me aventuré a creer que estaba frente a una genial amalgama de literatura y cine. El director logró, con gran habilidad, hacer saltos de la imagen al texto, puesto crudamente en la pantalla, para leer como en una exposición. Se movió con una libertad admirable por la aventura física de su personaje y recurrió siempre al recurso más apropiado para avanzar, al menos en el encadenamiento de hechos. Creo que muchos admirarán la perspectiva elegida, que pone al espectador en el lugar del protagonista, frente a esa estructura fragmentada como de collage, que se permite (y bien) cierto desorden para jugar con diversos elementos como el sonido y el montaje.

Sobre "Mapa" (Fonso)

Como no se co'mo comenzar esta entrada (en la que doy cuenta de mi opinio'n sobre una peli'cula que vimos hace unos di'as, que genero' algunas discusiones y sobre la que decidimos, los firmantes del blog y una invitada, escribir nuestras opiniones al respecto), dejo primero aqui' un enlace aqui' con una pequeña sinopsis sobre la peli'cula que vimos, llamada Mapa. Luego de esto hago una pequeña confesio'n: al momento de escribir esto siento mucha ansiedad, no entiendo bien por que' razo'n. De pronto es por el apo'strofe que he estado usando como reemplazo de la tilde, lo que dificulta un poco la lectura pero al que prefiero en lugar de la tilde que sale asi':´´ (ofrezco disculpas por esto, pero por ahora no tengo cabeza como para echarme atra's con esta problema'tica solucio'n). O de pronto es por el hecho mismo de intentar escribir una opinio'n medianamente decente sobre la peli'cula, una que parezca una opinio'n. O de pronto no es nada de eso. Sencillamente pudo pasar que me entro' una ansiedad muy grande cuando comence' a redactar, una que no tiene nada que ver con lo que tengo que escribir pero que en cierto modo puede afectar lo que termine escribiendo. Ya no se, u'ltimamente no se gran cosa sobre lo que siento y pienso de muchas cosas (o me hago el que no se, de pronto es eso y el resto es charada).

Basta ya, ahora la cosa es decir que' pienso de esa cinta, y luego ya veremos. 

Mapa me gusto' mucho. Divertida, organizada, creativa, abierta a buenos ana'lisis, en fin, muchas cosas. No tengo muchos peros... quiza' la parte poco antes del final me parece algo apresurada, da la impresio'n de que en un momento se dieron cuenta de que habi'a que parar en algu'n punto porque de lo contrario la cosa se alargari'a hasta el infinito...  Me parece un buen elemento el hecho de que el que narra sea quien filma, y que 'este no sea visible, o sea pero en escenas en las que su rostro era imposible de ver. Como la cuestio'n esta' bien manejada (en la narracio'n y en la edicio'n), uno puede estar seguro de que un detalle como ese no fue por capricho; todo era tan personal, tan del punto de vista de quien narraba, que era necesario, al menos hasta antes del final, que permaneciera siempre detra's de la ca'mara, aunque se estuviera escondiendo, para que los espectadores pudie'ramos entender lo ma's posible al personaje, aun con sus contradicciones y acciones frustrantes. Adema's el hecho de grabar en primera persona nos permiti'a reemplazarlo cuando fuera oportuno y comparar sus experiencias con las nuestras. No estoy de acuerdo con alguien que dijo que solo se trataba de "un pelotudo con una ca'mara"; aunque a veces lo pareciera, ese "pelotudo" supo darle sentido a horas y horas de material grabado y contarnos una historia, su historia, de forma consciente y detallada. No tengo mucho ma's para decir, salvo una u'ltima cosa: Mapa es una buena peli'cula, con sus detalles a arreglar pero que se puede creer. Al menos yo le crei' a la cinta... incluso en el final, del que dije antes que pareci'a hecho para cerrar algo que tendri'a a extenderse ma's alla' de lo necesario, logra mostrar el inicio de un cambio en el personaje, un cambio hacia un modo de ver las cosas menos egoi'sta y orgulloso (permitir que su amiga lo grabe a pesar de que es evidente que aun no sabe manejarla muy bien es buena señal de ello). No pasara' a la historia, aunque su forma de contar las cosas y de mostrarlas (diario-documental, como le dicen a la peli'cula de Siminiani) podra' servir de influencia a otros. Ojala' asi' sea, pues son buenos recursos.

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Ya me paso' la sensacio'n de ansiedad, aunque ahora siento verguenza por publicar lo que tuve para decir de la peli'cula: siento que no dije nada. Debe ser ese Otro que me critica y me hace sentir mal a veces... aunque esta vez no le hice caso: la prueba esta' en que la entrada esta' publicada. Siempre habra' algo para decir, asi' se diga de la peor manera.


viernes, 12 de abril de 2013

12 de abril de 2013


Mañana complicada luego de una noche con toda, atronadora, donde me sentí vivo y donde cometí grandes errores, bebí demasiado y me compliqué y compliqué la existencia de varios. Empezó como una almorzada con amigos, un par de cervezas y arroz chino, sin embargo, rápidamente mi impulso bebedor se apoderó de la situación y no tuve mucho problema para persuadir a todos de comprar varias cervezas y darle con todo. Hubo mucho alcohol, rock and roll, besos y hasta llantos, de todo pasó y en ninguno tuve que ver directamente, yo solo soy el disparador para que todo ocurra.

 A veces creo que soy eso, quién puede mover el mundo para que todo suceda mientras yo sigo de espectador, una suerte de conductor maldito, luego me pongo a pensar que suena muy egocéntrico e intento descartarlo. Pero es justamente así como lo siento, como lo vivo, la vida me permite tirar de la cuerda invisible que sostiene a las personas y yo lo hago. Les susurro cosas, les muestro un mundo que solo existe cuando lo nombro y todo se forja, y yo me siento a ver como todo va tomando su curso, como todos se alejan de mí, con los mundos que yo ayudé a construir, aunque no se hayan dado cuenta, me abandonan, se alejan de mi de la misma forma en que yo los hice alejarse del destino que tenían impreso en los ojos.

Ejercicios


He hecho varios ejercicios en mis intentos por escribir. Me refiero a ejercicios de aproximación a la técnica. Hoy redescubrí uno de ellos.

Por mencionar algunos de los que he hecho:

  • Copiar literalmente el texto de un autor que me gusta. Esto me permitió adentrarme en sus mecanismos y explorar la dinámica de las palabras, de la puntuación y la cadencia de la narración. Este ejercicio automático también me ayudó a asimilar algo de ritmo en la escritura. Sin embargo, no tuve mucha paciencia y lo hice pocas veces.
  • Una variante del anterior consiste en copiar el cuento y hacerle modificaciones para adecuarlo a un contexto propio. Yo lo hice con un cuento de Simenon: “Siete pequeñas cruces en una agenda”. De ahí me resultaron cosas como:

Lecoueur, sentado frente a un computador, retiró los auriculares de sus oídos, a fin de poder seguir la conversación.
—¿En qué parte del país?
—Riohacha
—No creo que los inviernos de Riohacha sean ahora más fríos de lo que fueron hace cuarenta años. Son fantasías suyas, traídas de los cabellos de la nostalgia
—Yo creo que sí son más fríos, con eso del fenómeno del niño es posible. En fin, cuando volvíamos a la casa ya nos tenían preparado un sancocho de pescado delicioso, no se le comparaba a nada.
Me inventaba cualquier cosa pero creo que me sirvió. Esto solo lo hice una vez.
  • Otro ejercicio fue el de copiar diálogos reales. Traté de grabar conversaciones pero tuve muchísimos problemas logísticos, de manera que recurrí a entrevistas en la televisión y a programas radiales: grababa con un celular y luego copiaba cada palabra, cada inflexión, cada duda. Esto estuvo emparentado con el trabajo que me introdujo en el mundo editorial: transcripción. Es muy pesado y exigente físicamente, pero creo que sirve para reconocer la dinámica de una conversación real.


Este último fue el que redescubrí gracias a “una grandiosa facilidad que otorgan los medios actuales y que creo que de algún modo debe ser aprovechada. Yo no puedo, no soy brillante. Pero seguramente alguien lo hará. Diálogos de chat en Facebook, puestos en forma tradicional” (de mi diario). De esta manera descubrí la naturalidad y fluidez que cierto amigo acusa que me hacen falta. Quiero decir que la sentí, la saboreé en la transcripción, mas no he tenido tiempo de aplicarla a mis textos porque decidí escribir esto y ya son las seis de la mañana.

Lista de cosas que me predisponen


20. Si me tomas por mojigato basado en mi apariencia silenciosa y debilucha, no sabes nada.

21. No me cojas de parche. No sirvo para chistes.

Dedicadas a Arce.

jueves, 11 de abril de 2013

Cosas que he hecho II

- El Irregulario recibió su nombre mucho después de que lo comenzara a hacer. En realidad comenzó con la intención de ser un diario en la forma más tradicional, es decir, donde cada día estuviera fechado, y, de ser posible, con su hora. Así fue los primeros días. Pero luego pasó un día sin escribir desde la última entrada, luego otro día, luego una semana, y luego como quince días con el diario ahí, en la maleta o guardado en alguna parte, sin registrar nada. Hasta que un día vi una película que me dejó impactado y me llegó profundamente, Leolo, y sentí que necesitaba escribir sobre eso. Así que saqué el diario y lo hice. Luego de eso pasó un mes sin más entradas hasta que decidí escribir sobre algo de lo que no me acuerdo ahora (y de lo que no puedo saber por ahora, pues no tengo el cuaderno a la mano, está algo lejos, al menos en otro barrio). Y así, entre entrada y entrada iba pasando un mes, dos meses. Siempre en intervalos irregulares. Por eso agarré una etiqueta autoadhesiva, le puse Irregulario, aludiendo a un sencillo y algo tonto juego de palabras que se me ocurrió (la combinación entre irregular y diario), y la pegué en la portada del cuaderno. 

domingo, 7 de abril de 2013

Mierda, puta, carajo


Me subí a un bus, detrás de una mujer que me pareció atractiva. Me ubiqué de pie, a su lado. Pensé que iba sola pero después de pagar los pasajes se le unió un tipo. Tenía puesta una capucha y al parecer iba de mal humor. La mujer le hizo un gesto con la mano y le preguntó algo así como “¿qué quieres que haga?”. Poco después un hombre desocupó un puesto y la mujer se sentó, de manera que el tipo y yo quedamos lado a lado, frente a la mujer.

Me atraían sus ojos verdes. Me recordaban algo, pero no sabía definir qué y ese misterio era el que me hacía observarla con atención. Cada tanto le hablaba al tipo como en un susurro; el tipo tenía que agacharse para escucharla. Primero ella le dijo que se quitara la capucha, y el tipo obedeció. Me pareció curioso que ella le diera tanta importancia a eso, que se animara a ordenarle al tipo que se la quitara y, en definitiva, que él lo hiciera tan sumisamente. En cada comentario descubría un rasgo que me llamaba la atención, pero seguía sin saber por qué, pues no podría decir que esa atracción fuera tan notoria y fulgurante como la de mis continuos enamoramientos efímeros. Era esa onda de misterio y casi oscuridad, de imperfección, que me cautivaba. Sus manos estaban muy avejentadas. En cierto momento le dijo algo al tipo y vi que sus dientes le sobresalían un poco en la sonrisa; también le preguntó la hora al tipo y se sorprendió con la respuesta, empezó a rezongar y a negar con la cabeza. Me puse a pensar en los gestos calculados, actuados y trillados que a veces adopta la gente.

El tipo, por su parte, tenía una mirada maligna, de suficiencia y soberbia, que me resultaba antipática. Su corte de pelo me intrigó un poco y consideré si podría hacerme uno igual. ¿Cómo se lo describiría al peluquero? Tendría que hacerme un dibujo con ese corte de pelo, primero para ver cómo me quedaba y para mostrárselo como modelo al peluquero. Pensé en que debería cambiar de peluquería. El tipo tenía un tatuaje en la muñeca derecha: una mariposa que me pareció ridícula y afeminada. Me lo imaginé con la mujer en brazos, en la cama, y exhibiéndole su mariposa. ¿Qué era eso?, ¿qué historia tendría ese indefendible dibujo en la muñeca?, ¿no bastaba ese mamarracho para restarle cualquier virilidad de la que pudiera presumir en la cama? Sus zapatos eran feos y estaba realmente mal vestido: parecía un delincuente. Supuse que se la pasaría fumando marihuana. Estos argentinos: necesitan escaparse de todo, necesitan bajarle la intensidad a su neurótica e incontrolable cabeza… o a veces todo lo contrario. No me aguanto a la gente. Todos tienen defectos, son feos, son débiles, son mortales. ¿Podría pasarnos un accidente?

Por algún motivo me fijé decididamente en la mejilla de la mujer y me imaginé que le cortaba la cara. Me imaginé que la señalaba para siempre: ese sería nuestro lazo eterno, irrompible, siempre me recordaría. Me metería en problemas, el tipo haría algo: gritaría seguramente… los argentinos son tan gritones… Tenía una navaja en el bolsillo. Podía sacarla, ¿con qué argumento? Alguien sacaría otra arma, un asesino que me habría estado buscando por mucho tiempo y finalmente encontraría su oportunidad, me dispararía. Yo me refugiaría en un asiento —los pasajeros gritarían, desesperados, el tipo buscaría esconderse, ¿qué haría con la mujer?—, las balas pegarían en un tubo, en un espaldar, y yo diría “Mierda, puta, carajo”. Sacaría un revólver y me defendería, sería un asesino diestro y ágil. Me tiraría por la ventana y el tiroteo continuaría en la calle —más gente gritaría, más desorden—. Habría fuego, policías en camino, los noticieros. Sería bueno conocer la fecha de la muerte, y saber que nada podría adelantarla o modificarla, salvo un atentado expreso como un tiro en la sien o una larga caída.

El reloj del tipo era absurdo también. Me fijé en eso cuando la mujer preguntó la hora. El perfil del tipo era agresivo, bruto, primitivo. ¿Quién podía amar a una persona así?

Detrás de mí un par de personas hablaban sobre lugares comunes. Me llamó la atención esa expresión, tan usada en literatura. Las personas decían algo sobre ventas: había que vender con actitud positiva, con buena mentalidad. Eso era un lugar común. Traté de profundizar en la conversación, incliné mi cabeza para escuchar mejor; tenía la mirada perdida en algún punto que este recuerdo no define. Entonces el tipo me dijo algo y señaló el regazo de la mujer. No le había escuchado nada así que le pedí que repitiera. Lo hice amablemente, pensé que me pedía una dirección. Lo que quería saber, en cambio, era si se me había perdido algo. No le entendí así que él aclaró su pregunta: me la había pasado mirando a su novia. Le dije

sábado, 6 de abril de 2013

A quién no la podrá leer

La vida siempre se había encargado de ponernos de alguna forma cerca del otro, no a nuestros cuerpos, hablo de nuestras almas, aunque hoy ya no creas en ella. Es eso, has cambiado, te has dado a la tarea de ser feliz, de acomodarte, de hallar tu punto de equilibrio en otra parte. Y haces bien, tu sabes lo que pienso, nadie más sabe lo que yo sé, lo mereces, en verdad lo mereces. 


Lo que pasa es que no quieres ver que yo sigo flotando en tu alma, aunque me hayas puesto en otra parte. Aunque trates de escuchar solo a tu futuro inmediato, a tu felicidad inmediata (que es de lo único que hablas últimamente) yo sigo incomodando a tu pecho, a tu estómago, con esa sensación de vacío, con esa sensación de que siempre te hace falta algo. 



Porque yo sé que me piensas cuando estás a solas, aún te escucho suplicar en las noches cuando él a tu lado yace tendido, veo como envidias su rostro sereno, su facilidad para conciliar el sueño que a tí hace rato te abandonó. No ves que tu alma se ha ido a otra parte, así como tu vida y la mía, te has convertido en un cuerpo que deambula por las calles, y la vida, la vida ya no está más de nuestro lado. 

miércoles, 3 de abril de 2013

Cosas que he hecho I

Primero pensé en llamarlos Aparatos. Pero esto no concuerda con la definición que encontré luego, Instrumento o mecanismo que tiene una función determinada. Luego pensé en llamarles Objetos, pero tampoco me gusta mucho ese nombre, es muy amplio y quizá muy vago, ambiguo, inadecuado. Entonces no sabía cómo llamar a estas cosas que he hecho a lo largo de los años. Por eso decidí que por ahora las llamaré cosas que he hecho. Y aunque tampoco me gusta mucho, qué diablos... por ahora voy a denominarlos así. No es que no me importe; la cosa es que llegué a la conclusión de que cuando tenga varias descripciones, quizá se me ocurra algo mejor. Y si no, bueno, ya me inventaré alguna otra “cosa” que me ayude a encontrar un nombre más adecuado, ja.

En esta entrada van las primeros dos cosas, al menos las primeras que recuerdo haber hecho. Luego irán otras, las que logre desenterrar de mi cabeza y las que he hecho recientemente. Y luego, si las ganas me alcanzan, un balance o unas impresiones sobre lo que para mí tales cosas han significado.

lunes, 1 de abril de 2013

Por qué vuelvo a publicar


Haré un balance de lo que pasó.

Desde cierto evento que prefiero guardarme me di cuenta de que algo estaba roto, de que había una base quebrada en el aparente balance de mi existencia. Si bien estoy tranquilo financieramente después de mucho tiempo y si bien tenía una especie de equilibrio emocional, pude sentir a partir de ese evento que algo andaba mal.

Dejé pasar ese evento, pero no sin consecuencias. Poco a poco esa pequeña mancha fue esparciéndose por el manto blanco y planchado de mi vida actual. Empecé a sentirme disgustado con todos y, por ende, conmigo mismo. Muchos pueden ver que me peleo fácil, que soy un salvaje impulsivo y que no me importa mandar a la mierda o incluso herir los sentimientos de una persona en uno de mis arranques de misantropía y decepción. Lo que no se sabe es que esas arremetidas ganan mayor virulencia en mi contra. Después de darles con un palo a todos yo me doy con un cuchillo, sobre todo al ver las consecuencias de mis actos.

De manera que fui al taller de Pablo y leí un capítulo, con el que me fue mal. Volví a sentirme desorientado y atascado en una escena puntual. Estaba entusiasmado con ese capítulo (aunque todo el mundo siempre está entusiasmado con lo que lleva y yo ya debería estar bien curtido en eso). Después del desangre me di cuenta de que todo iba mal, de que todo estaba mal puesto, y entonces me pareció que el mundo real estaba mostrándome otra vez sus colmillos.

Dos días después, el jueves, tuve que leer el texto que había hecho para una clase de Expresión escrita. En ese momento pasó algo:

Entonces arremetí, con el cuero duro, después de la mierda del taller de esta semana. Leí con fuerza, templado, acostumbrado al escrutinio. Pude sentir toda la atención concentrada, todos escuchando, conectándose, la devastación, el huracán de mis letras. 
Cuando terminé sentí ese Uf de los demás, el que siempre anuncia que lo que hice llegó al alma.

Deduje que no podía dejar de escribir y privarme de esos pequeños momentos gloriosos.

En general pasaron otras cosas pero lo que viene al caso es eso de escribir. Me di cuenta de que sea para el público que sea, o aunque no sea para ningún público y me ignoren, me resulta necesario y casi sano escribir esto. Ahora bien, cabe considerar por qué decido retomar las publicaciones…

Escribo esto después de hablar con Alfonso, y me di cuenta de que hay un nivel de comunicación que va más allá de nuestras charlas y experiencias: el de lo que escribo y pongo acá (o antes en mi Facebook). En ese nivel hay mucha más sinceridad que en mi comportamiento corriente, el cual no es mentiroso tanto como cerrado, introvertido. En cambio, el rastro que voy dejando con lo que escribo les permite (a Alfonso y a Carlos) conocerme y entenderme en una medida que no pueden dar mis palabras habladas. De eso se trata escribir, al menos para mí: darme una dimensión más comprensible y franca. Así que, como una cosa de los tres, seguiré escribiendo y publicando acá, sin cuidado de la atención o importancia que pueda tener en otros ámbitos o lectores. Los que me importan son ellos dos, los fundadores de este blog.

Cuando pierdo el balance todo me parece una mierda almibarada e insoportable. No me aguanto los buenos deseos ni las felicitaciones ni los arrumacos entre otras personas. Quizás porque precisamente es lo que más anhelo y no recibo. Por eso necesito distanciarme, porque el disgusto va fermentándose dentro de mí, burbujea y después hace erupción. Entonces eventualmente la explosión le quema la cara a cosas que no se lo merecen, como este blog, o a personas desprevenidas. Si me aíslo y controlo la explosión, no corro el riesgo de hacer estupideces, aunque aún no tengo buena práctica en eso. Una vez, una explosión me hizo perder a alguien; otra, me gané un disgusto con mis primos que duró unos cuantos años. Así soy.