viernes, 10 de mayo de 2013

Por qué soy gunner


Una vez, en el colegio, un tipo me dijo: “Usted debería ser hincha de Santa Fe”. En el salón ya era conocido mi gusto por Arsenal y ese fue el primero de muchos lugares en los que mi alma gunner sería distintiva. Por donde paso, dejo instaurada la marca de mi pasión, del indeleble amor que le tengo a ese equipo inglés. Lo primero que me atrajo, como en cualquier entusiasmo animal, fue un elemento básico y de fácil impacto en los sentidos: los colores. La idea de una camiseta roja combinada con mangas blancas y el JVC en el pecho me parecieron una conjunción elegante e insuperable. No me bastó que un equipo de mi tierra remedara esa vestimenta (el argumento de aquel compañero de clase para adherirme al Santa Fe); la marca de Arsenal fue única e irrepetible, demasiado poderosa como para ser igualada: el Bing Bang de mi gusto por el fútbol.




Hasta esa mañana en la que Fox Sport transmitía —con la buena intervención en narración y comentarios de dos chilenos: John Laguna y Christian Bozzo— un juego de Arsenal en Highbury, mi conocimiento de fútbol era nulo, casi que lo despreciaba. Además, el desarraigo de pasar mi infancia en otro país me había impedido entablar lazos afectivos con cualquier club de mi tierra: las costumbres del país en el que estaba tendían más hacia el béisbol.

De modo que el desarraigo es la primera razón que explica mi falta de afecto por un club de mi tierra. Y no fue sino hasta mucho después que me cuestioné si se podía querer un equipo extranjero con tanta devoción.

Llegué a la conclusión de que sí, porque en lugar de nutrirme del calor festivo de ir al estadio y ver a los jugadores en vivo, quizás por el rasgo romántico y más bien artístico de mi personalidad, me nutro más de la estética, los valores y la belleza en la ejecución de una disciplina. Arsenal llegó a mi vida con su impronta francesa (Petit, Vieira, Henry, Grimandi y luego Anelka, Pires, Wiltord) encabezada por Wenger. Con ese parámetro imponían un estilo de juego hermoso, de pases y movimientos, enriquecido por el carácter y la fuerza de sus referentes ingleses (Dixon, Adams, Seaman y Parlour). El toque brillante, de elegancia funcional y talento, lo daba Bergkamp. A medida que progresó mi gusto por este equipo, creció mi gusto por el fútbol al reconocerlo como un deporte capaz de reunir lo mejor del esfuerzo humano. Luego conocí su capacidad para la tragedia, para la angustia e incluso para el rencor, cuando empecé a comprender las figuras antagónicas de Tottenham y del Manchester United.

No puedo seguir al equipo en una forma física (pero sí que veo todos sus partidos), y no puedo aportar el dinero de una boleta, tampoco tengo contacto directo con los jugadores (al menos, directo en la medida en que lo permite verlos en el estadio), pero he descubierto que nada de eso me hace falta y que aun cuando a ellos les importe poco mi opinión, el dolor o el éxtasis que me provoquen sus juegos, aun cuando no tenga tanta validez como un hincha de Londres, la energía de mi espíritu está íntimamente conectada con cada parte de ese gran club. Su filosofía toca en muchos sentidos mi propia filosofía de vida: el trabajo lento y arduo, el valor de una institución por encima de todo y el del talento, la clase y la gran dosis de fe en el futuro guían muchas de mis decisiones personales, incluso mi vocación literaria.

Creo que un equipo de fútbol puede hablar y representar no solo una geografía particular, sino una forma de ver el mundo, una forma de vivir. Los colores y el lema de un escudo pueden ser el símbolo de algo mucho más grande y significativo que el lazo sanguíneo del lugar donde se nació o el barrio donde se creció. Si hay voluntad en el alma para ver el fútbol como algo un poco más grandilocuente y distintivo, se puede amar un equipo de afuera: aquél que hable con tu mismo tono de voz, aquél que guste y llene el corazón, aquél por el que se sufra. A fin de cuentas, el gusto por un equipo tiene mucho de amor, y ese sentimiento es tan irracional y caprichoso que no admite ninguna medida ni ningún origen lógico.

Soy bogotano, y no soy hincha de Millonarios ni de Santa Fe, ni necesito serlo. Yo ya estoy casado con un solo equipo, y no hay más espacio para otro.

1 comentario:

  1. John Laguna es mexicano Bozzo es chileno y el que marcaba la pauta con sus comentarios tecnicos y divertidos, Jonh Laguna mejoro con el tiempo ahora se nota extrana su companero de tantas transmisiones del beautiful game. Ya no es lo mismo y lo dice mucha gente.

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