viernes, 13 de septiembre de 2013

Esbozo de mi vagancia

Lo que sigue es un relato que hice a propósito de algo que escuché mientras iba en un bus. No debe considerarse como un intento de cuento ni como un escrito con intenciones deliberadamente literarias. Es, acaso, un primer borrador, un disparador, que todavía necesita la forma de la esencia espiritual de lo vivido y el estribo de un punto de no retorno. No sé qué pueda salir de esto ni espero mucho al respecto. Quizá una novela corta, pero de ninguna manera un cuento porque soy absolutamente incapaz de eso. No tengo esa motricidad fina para armar un mecanismo tan preciso. La única verdad de este texto es que necesitaba escribirlo, verdaderamente, como un impulso incontenible —y eso generalmente es una buena señal—.

martes, 10 de septiembre de 2013

Los diez mandamientos de Werner Herzog (comentados)

Un amigo me pasó un artículo en el que el director Werner Herzog propone sus diez mandamientos para hacer cine. Yo no conozco su obra, no he visto ninguna de sus películas, pero no me hace falta eso para darme cuenta de que el tipo sabe de lo que habla. Seguramente sus trabajos tienen una gran calidad artística. La garantía que tengo al respecto es que sus diez mandamientos destilan una concepción clara de lo que implica y requiere cualquier forma de arte y que trasciende el ámbito del cine.



Dejo cada mandamiento con un comentario propio, que en realidad no tiene por qué interesarle a nadie y quizás solo sea relleno, de manera que si lo prefiere remítase solo a las citas de Herzog o vaya a la fuente directa:


viernes, 6 de septiembre de 2013

Sobre Raymond Carver

Creo que tengo que hablar de Carver, de lo que significa para mí, de lo que continuamente sigue marcándome cada vez que leo uno de sus cuentos o de sus ensayos (Nunca leí su poesía y la verdad temo hacerlo). Pero Carver con la prosa es un maestro, un tipo que sabe perfectamente como organizar y escoger las palabras para ir tejiendo una trama de lo que uno no se puede escapar.

Aun así, si alguien me preguntara que hace a Carver tan especial me vería en problemas, no son sus temas, que por demás, son sumamente minúsculos y cotidianos, quizás demasiado cotidianos. ¿Será que es eso? ¿La cotidianidad de sus situaciones? Yo diría que quizás tenga algo que ver pero que allí no radica su esencia, creo que hay algo en su forma de organizar las palabras, de construir sus personajes que trascienden todos los canones y denominaciones, hay en sus cuentos, un elemento que quizás podría atreverme a llamar místico, e insisto no es directamente por los temas que trata, creo que lo que quiero decir es que en la extrema simpleza con la que narra está la profundidad, está la armonía y la belleza de su obra, el increíble magnetismo con que te atrapa, la facilidad con que te pone en un estado sumamente espiritual y contemplativo. Cuando leo Carver el mundo con sus constantes paradojas es mucho más agradable, sus palabras me alejan de cualquier intento de acercarme a mecanismos de evasión como el alcohol o las drogas; Carver produce con sus palabras un estado autentico de bienestar psíquico y corporal que es difícil de explicar pero que para mí es tan verdadero como cualquier otra senda de iluminación.


Mientras escribía esto pensé que mis palabras podrían ser algo exageradas, pero realmente Carver invoca en mi fuerzas que pocos autores (muy pocos) logran. Esto no deja de ser curioso porque Carver no es el tipo de escritor que suelo leer, el tipo de literatura que más me importa. Pero no deja de sorprenderme una y otra vez, con o sin la mano de Gordon Lish . Quizás deba dejar de tenerle miedo a la poesía de Carver, pues sus cuentos no son solo misteriosos, nostálgicos y bellos, también son profundamente poéticos, puede ser que  ahí radique el inmenso poder al que me someto cada vez que abro uno de sus libros.

martes, 3 de septiembre de 2013

Malabarismo

Le escribí el siguiente texto a una amiga el 30 de julio de este año. Al ser algo de naturaleza ciertamente personal, dudaba un poco si compartirlo o no aquí. Pero qué diablos, siento que lo quiero compartir en estos pagos, no importa si es bueno o malo... es una reflexión, una manera de ver algunas cuestiones. Podrán quedar algunas cosas no muy claras, como la razón que me motivó a escribirle esto. Que queden esas dudas, qué le vamos a hacer, no tengo muchas ganas de explayarme sobre motivos y explicaciones. No es porque sea algo muy íntimo; digamos que no tendría mucho sentido detenerme a explicar el contexto o los motivos, creo que no serviría de nada y las dudas quizá seguirían. Yo mismo no se por qué le escribí esto. O quizá sí: quería transmitirle una idea concreta, mostrarle cómo entendía ciertas cosas de ella. Tal vez hubo algún sentimiento involucrado entre esas palabras. Y si es así, bueno... si alguien me pregunta le podría explicar, vía comentarios, qué pasaba por mi cabeza. Oferta, sospecho, que no encontrará eco (así como el mismo texto: nunca tuvo réplica de parte de ella, ni un comentario al respecto ni nada). Y es que a pesar de lo que dicen los contadores de visitas, tengo (tenemos, seguro) la impresión de que ya nadie nos lee...

Le hice algunos cambios, agregué algunas cosas, quité otras... pero en esencia es el texto que escribí. Un borrador de reflexión, al que luego podría volver.

Ahora que lo veo, esa es otra razón para subir este textico aquí. Creo que eso es bueno...

Ah, perdonen la pataleta. A veces pasa: entre más viejos, más niños.


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En Buenos Aires
Mi amiga haciendo malabares. Foto de Cristian Holzmann
Parece que en la vida tenemos que aprender, en algún momento, algo de malabarismo. Muchas veces todo nos llega al tiempo, a veces de una en una, a veces de diez en diez, a veces de mil en mil, da igual: de repente las cosas llegan todas juntas y no hay donde ponerlas, solo tenemos el aire, la mente que está en el aire, para alojarlas allí mientras vemos qué hacer con ellas. Pero esa repisa no servirá por mucho, y tendremos que recibirlas en las manos, atenderlas por unos instantes y seguir con otro asunto, y otro, y otro. A veces pareciera que no es suficiente, y se nos va acumulando el cielo de cosas, y no podemos ver el camino, y como que nos resbalamos... y sentimos que no podemos dejarnos caer. No solo es por las cosas que nos caerían encima, sino porque comenzar de nuevo se nos antoja como una tarea muy complicada. Y cada vez más.

Pero bueno. No tiene por que ser así.

Hace días vi a una amiga, a la que no veía hace mucho, haciendo malabares en la calle 11; yo estaba en un bus y le iba a gritar alguna frase de apoyo, pero decidí no hacerlo, no fuera que se desconcentrara y se le cayeran las clavas. Por desgracia se desconcentró igual y se le cayeron un par al suelo. Sin dejar de mirar al frente, paró un momento, recogió las clavas caídas y continuó como si nada. El bus arrancó y no la pude ver más, pero me quedó esa imagen de un par de segundos, y la he venido mascando. Y luego te escribí todo esto.