martes, 3 de septiembre de 2013

Malabarismo

Le escribí el siguiente texto a una amiga el 30 de julio de este año. Al ser algo de naturaleza ciertamente personal, dudaba un poco si compartirlo o no aquí. Pero qué diablos, siento que lo quiero compartir en estos pagos, no importa si es bueno o malo... es una reflexión, una manera de ver algunas cuestiones. Podrán quedar algunas cosas no muy claras, como la razón que me motivó a escribirle esto. Que queden esas dudas, qué le vamos a hacer, no tengo muchas ganas de explayarme sobre motivos y explicaciones. No es porque sea algo muy íntimo; digamos que no tendría mucho sentido detenerme a explicar el contexto o los motivos, creo que no serviría de nada y las dudas quizá seguirían. Yo mismo no se por qué le escribí esto. O quizá sí: quería transmitirle una idea concreta, mostrarle cómo entendía ciertas cosas de ella. Tal vez hubo algún sentimiento involucrado entre esas palabras. Y si es así, bueno... si alguien me pregunta le podría explicar, vía comentarios, qué pasaba por mi cabeza. Oferta, sospecho, que no encontrará eco (así como el mismo texto: nunca tuvo réplica de parte de ella, ni un comentario al respecto ni nada). Y es que a pesar de lo que dicen los contadores de visitas, tengo (tenemos, seguro) la impresión de que ya nadie nos lee...

Le hice algunos cambios, agregué algunas cosas, quité otras... pero en esencia es el texto que escribí. Un borrador de reflexión, al que luego podría volver.

Ahora que lo veo, esa es otra razón para subir este textico aquí. Creo que eso es bueno...

Ah, perdonen la pataleta. A veces pasa: entre más viejos, más niños.


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En Buenos Aires
Mi amiga haciendo malabares. Foto de Cristian Holzmann
Parece que en la vida tenemos que aprender, en algún momento, algo de malabarismo. Muchas veces todo nos llega al tiempo, a veces de una en una, a veces de diez en diez, a veces de mil en mil, da igual: de repente las cosas llegan todas juntas y no hay donde ponerlas, solo tenemos el aire, la mente que está en el aire, para alojarlas allí mientras vemos qué hacer con ellas. Pero esa repisa no servirá por mucho, y tendremos que recibirlas en las manos, atenderlas por unos instantes y seguir con otro asunto, y otro, y otro. A veces pareciera que no es suficiente, y se nos va acumulando el cielo de cosas, y no podemos ver el camino, y como que nos resbalamos... y sentimos que no podemos dejarnos caer. No solo es por las cosas que nos caerían encima, sino porque comenzar de nuevo se nos antoja como una tarea muy complicada. Y cada vez más.

Pero bueno. No tiene por que ser así.

Hace días vi a una amiga, a la que no veía hace mucho, haciendo malabares en la calle 11; yo estaba en un bus y le iba a gritar alguna frase de apoyo, pero decidí no hacerlo, no fuera que se desconcentrara y se le cayeran las clavas. Por desgracia se desconcentró igual y se le cayeron un par al suelo. Sin dejar de mirar al frente, paró un momento, recogió las clavas caídas y continuó como si nada. El bus arrancó y no la pude ver más, pero me quedó esa imagen de un par de segundos, y la he venido mascando. Y luego te escribí todo esto.

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