El domingo Arsenal jugó contra
Everton a las 9:30 de la mañana de Argentina. Ese mismo domingo me fui a dormir
a las seis y media de la mañana. Programé la alarma para tres horas después,
pero no sé si sonó o no. Seguí derecho hasta mediodía. Mi cuerpo y mi mente han
asumido del todo que debo dejar atrás a Arsenal. Mi corazón… todavía se mueve
un poco cuando lo mencionan, cuando pasa algo relacionado con el equipo, cuando
sé que va a jugar, pero decidí anular ese impulso por razones que no explicaré
ahora.
Somos árboles en busca de frutos, de frutos a seis manos. Queremos, cada vez que sea posible, producir alguna delicia escrita; a punta de ensayos y terrores iremos sacando mejores cosechas cada vez, para todos, para algunos o simplemente para nosotros, que amamos las letras y su jugo. Acompáñanos y comenta nuestros frutos o huye: la cosecha de la vida seguirá.
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lunes, 7 de abril de 2014
jueves, 25 de julio de 2013
Aaron Ramsey
Aaron Ramsey nunca fue santo de
mi devoción. Se suponía que él era un volante ofensivo pero se la pasaba
tomando malas decisiones, sucumbía a la presión de la defensa rival y era
lento. Además, siempre se mandaba alguna torpeza que dejaba al equipo mal
parado. Sin embargo Wenger insistía en ponerlo, por encima de jugadores que yo
consideraba mejores —o al menos con mejor criterio— como Arshavin o Rosicky. El
equipo se volvió ineficaz y empezó a caerse de las copas. Lo que más nos
alteraba a los hinchas era que Wenger insistiera con él, como si fuera su
favorito. Lo ponía en cualquier posición, casi que sin criterio, siempre de
titular. Nadie entendía esto, salvo por la atenuante de que volvía de una larga
inactividad por esta fractura:
Pero a mí eso no me convencía. Ni
a mí ni a muchos hinchas. Llegué a pensar que Wenger solo lo ponía por lástima,
o por terquedad, para probar que su capacidad para descubrir talentos estaba
intacta. Yo escribía cosas así:
Lo que sí recuerdo es que lo que Ramsey hizo en el minuto 21 (se pegó una dormida monumental y se dejó robar la pelota del lateral izquierdo rival) hizo que puteara como nunca en la vida lo había hecho. Después hizo un pase mal tras otro. No puede ser que un individuo así juegue en Arsenal; es inadmisible. Gervinho entra en otra discusión. Es un carroloco pero al menos tiene virtudes (velocidad y gambeta loca); en cambio, lo de ese muchacho Ramsey realmente da pena y frustración. Cada vez soporto menos a esa boñiga con patas.
Incluso yo, en mi ineptitud para
jugar fútbol, me comparaba con Ramsey. En esa época jugaba fútbol todos los
viernes y rendía como él, como un pollo sin cabeza, torpe e improductivo.
Llegó la segunda ronda de la
Champions League, contra el Bayern Múnich, que ganó sin mucho problema el primer partido en
Emirates. Mientras tanto, en la liga, estábamos en una pelea difícil y de largo
aliento por el cuarto puesto, el último que daba paso a la Champions League del
otro año. Por motivos económicos (más que deportivos, parece), no clasificar es
una catástrofe para Arsenal, de manera que ese cuarto puesto se había vuelto como un
trofeo. Arsenal estaba muy quedado a esa altura de la temporada y Tottenham y
Chelsea tenían todo a su favor para quedarse con esos puestos. En eso llegó el
partido de vuelta contra los alemanes y Arsenal, que solo se atreve a jugar
bien cuando ve todo perdido, estuvo al borde de remontar, impulsado por el
espíritu de la casi remontada de la temporada anterior contra el Milan. Se le
ganó al Bayern allá en Alemania dos a cero. Si bien esto no alcanzó, los
jugadores se dieron cuenta allí de que sí podían, de que tenían fuerzas para
remontar lo que fuera, y entonces se convencieron de que con un objetivo claro
podían alcanzar cualquier propósito. Empezó una racha importante de partidos: el tramo
final de la Premier League, ya bajados de todos los otros torneos.
No sé si ese punto fue culminante
para el redescubrimiento de Ramsey, pero sí sé que en esa racha él se erigió
como uno de los jugadores más consistentes y de más entrega en el equipo.
Wenger lo puso a jugar mano a mano con Arteta en el medio, más atrás de lo que
venía jugando antes, gracias sobre todo a que las otras alternativas para eso,
Wilshere y Diaby, estaban lesionados.
Ahí destellaron las virtudes de
Ramsey, las mismas que antes estaban opacadas: su capacidad de correr por toda
la cancha los noventa minutos y su visión de juego. Allá atrás, sin tanta
presión, sus pases cortos, que en el ataque eran tímidos y estúpidos, se
volvieron eficaces. Su juego conservador adquirió una funcionalidad importante
y empezó a jugar con más panorama para tomar decisiones. También creo que es
muy importante que el tipo que esté al lado sea una garantía de experiencia y
de talento: Wilshere se nutrió de Fabregas, y esta vez Ramsey evidentemente aprovechó
a Arteta.
Con esa tranquilidad Ramsey recobró
la confianza que tenía perdida desde la fractura. Como una historia que solo
puede provenir de Arsenal, Ramsey se redimió:
Terminó la última temporada en un
gran nivel y ya no lo cago tanto a reproches, aunque considero que las tareas
que cumple dentro de la cancha lo superponen con otros jugadores, como el mismo
Arteta y Wilshere, y esos dos por ahora son superiores a él. No sé si podría
decirse que Wenger se salió con la suya. Me da la impresión de que entre tanta
improvisación finalmente le encontró la vuelta de casualidad. Lo que me parece
significativo es que la historia de este jugador tiene la marca propia del
Arsenal de los últimos años: buen toque y talento, amenazados por una tragedia,
que después se controla con espíritu combativo y sacrificio. Eso es el equipo y
en ese sentido se podría decir que el tipo representa bien sus valores.
Curiosamente, yo también me
estaba redimiendo en mis partidos de fútbol. Estaba empezando a agarrarle el
ritmo a la cuestión y mejoraba, pero una lesión —ajena— me sacó definitivamente
del equipo. No volví a jugar desde entonces. Algo parecido a Ramsey, pero sin redención.
P.D.: No veo videos solo por hincha: me gusta mucho la combinación de fútbol con música. Acá hay más de Ramsey con música que me gustó:
P.D.: No veo videos solo por hincha: me gusta mucho la combinación de fútbol con música. Acá hay más de Ramsey con música que me gustó:
viernes, 10 de mayo de 2013
Por qué soy gunner
Una vez, en el colegio, un tipo
me dijo: “Usted debería ser hincha de Santa Fe”. En el salón ya era conocido mi
gusto por Arsenal y ese fue el primero de muchos lugares en los que mi alma gunner sería distintiva. Por donde paso,
dejo instaurada la marca de mi pasión, del indeleble amor que le tengo a ese
equipo inglés. Lo primero que me atrajo, como en cualquier entusiasmo animal,
fue un elemento básico y de fácil impacto en los sentidos: los colores. La idea
de una camiseta roja combinada con mangas blancas y el JVC en el pecho me
parecieron una conjunción elegante e insuperable. No me bastó que un equipo de
mi tierra remedara esa vestimenta (el argumento de aquel compañero de clase
para adherirme al Santa Fe); la marca de Arsenal fue única e irrepetible,
demasiado poderosa como para ser igualada: el Bing Bang de mi gusto por el
fútbol.
Hasta esa mañana en la que Fox
Sport transmitía —con la buena intervención en narración y comentarios de dos
chilenos: John Laguna y Christian Bozzo— un juego de Arsenal en Highbury, mi
conocimiento de fútbol era nulo, casi que lo despreciaba. Además, el desarraigo
de pasar mi infancia en otro país me había impedido entablar lazos afectivos
con cualquier club de mi tierra: las costumbres del país en el que estaba
tendían más hacia el béisbol.
De modo que el desarraigo es la
primera razón que explica mi falta de afecto por un club de mi tierra. Y no fue
sino hasta mucho después que me cuestioné si se podía querer un equipo
extranjero con tanta devoción.
Llegué a la conclusión de que sí,
porque en lugar de nutrirme del calor festivo de ir al estadio y ver a los
jugadores en vivo, quizás por el rasgo romántico y más bien artístico de mi
personalidad, me nutro más de la estética, los valores y la belleza en la
ejecución de una disciplina. Arsenal llegó a mi vida con su impronta francesa
(Petit, Vieira, Henry, Grimandi y luego Anelka, Pires, Wiltord) encabezada por
Wenger. Con ese parámetro imponían un estilo de juego hermoso, de pases y
movimientos, enriquecido por el carácter y la fuerza de sus referentes ingleses
(Dixon, Adams, Seaman y Parlour). El toque brillante, de elegancia funcional y
talento, lo daba Bergkamp. A medida que progresó mi gusto por este equipo,
creció mi gusto por el fútbol al reconocerlo como un deporte capaz de reunir lo
mejor del esfuerzo humano. Luego conocí su capacidad para la tragedia, para la
angustia e incluso para el rencor, cuando empecé a comprender las figuras
antagónicas de Tottenham y del Manchester United.
No puedo seguir al equipo en una
forma física (pero sí que veo todos sus partidos), y no puedo aportar el dinero
de una boleta, tampoco tengo contacto directo con los jugadores (al menos,
directo en la medida en que lo permite verlos en el estadio), pero he
descubierto que nada de eso me hace falta y que aun cuando a ellos les importe
poco mi opinión, el dolor o el éxtasis que me provoquen sus juegos, aun cuando
no tenga tanta validez como un hincha de Londres, la energía de mi espíritu está
íntimamente conectada con cada parte de ese gran club. Su filosofía toca en
muchos sentidos mi propia filosofía de vida: el trabajo lento y arduo, el valor
de una institución por encima de todo y el del talento, la clase y la gran
dosis de fe en el futuro guían muchas de mis decisiones personales, incluso mi
vocación literaria.
Creo que un equipo de fútbol
puede hablar y representar no solo una geografía particular, sino una forma de
ver el mundo, una forma de vivir. Los colores y el lema de un escudo pueden ser
el símbolo de algo mucho más grande y significativo que el lazo sanguíneo del
lugar donde se nació o el barrio donde se creció. Si hay voluntad en el alma
para ver el fútbol como algo un poco más grandilocuente y distintivo, se puede
amar un equipo de afuera: aquél que hable con tu mismo tono de voz, aquél que
guste y llene el corazón, aquél por el que se sufra. A fin de cuentas, el gusto
por un equipo tiene mucho de amor, y ese sentimiento es tan irracional y
caprichoso que no admite ninguna medida ni ningún origen lógico.
Soy bogotano, y no soy hincha de
Millonarios ni de Santa Fe, ni necesito serlo. Yo ya estoy casado con un solo
equipo, y no hay más espacio para otro.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Carl Jenkinson
Para la temporada 2011-2012
Wenger compró a un tal Jenkinson del Charlton Athletic, un equipo de tercera
división inglés. ¿Quién diablos era ese fulano? Una baratija, una apuesta
mediocre. Jugó sus primeros partidos y se le veía absolutamente limitado
técnicamente; no paraba una sola pelota bien. Se podía ver que era bueno para
mandar centros, pero nada más. Ya me parecía a mí que era un ejemplo más de la
demencia senil de Wenger de estos tiempos.
Este año es uno de los favoritos
de la hinchada. Me incluyo entre sus admiradores. Nos ha tapado la boca a
todos, y bien que lo hizo. Es hincha de Arsenal; hay una placa por ahí que dice
“Hope you´re proud, grandad. Carl Jenkinson”. Potencia física, altura,
velocidad, pasión por el club. ¿Qué más se puede pedir?
Hay que tenerle paciencia al video: se tarda en echar sonido y la segunda canción es como dulzona.
OJO al pique tan tremendo del
0:48:
jueves, 14 de marzo de 2013
Pasión por mi derrota
![]() |
Gibbs, Koscielny, Mertesacker, Jenkinson, Fabianski, Giroud. Walcott, Arteta, Ramsey, Rosicky, Cazorla. |
Hoy mis amigos me invitaron a almorzar
y a ver el partido de Arsenal. Por cuestiones de tiempo no alcanzaba a ir donde
ellos, pero si hubiera podido solo habría ido a almorzar. Los partidos de
Arsenal tengo que verlos solo. Es demasiada energía mental, física (la forma en
la que camino de un lado a otro podría abrir una fosa en mi cuarto) y
espiritual. Pongo demasiado, se lo entrego todo al equipo, me desgasto, grito,
discuto, me pongo mal, loco, eufórico, triste, he estado al borde del llanto
dos veces. Este espectáculo, como el de escribir, necesita hacerse en soledad.
Los partidos de Arsenal los veo encerrado y nada puede interponerse entre ellos
y yo. Nada es más importante. Una vez puse algo por encima de Arsenal y me
arrepiento todavía. El beso por el que cambié el segundo partido de Barcelona
contra Arsenal en la Champions de dos temporadas atrás no me dejó nada sino
miseria.
Cuando escribo lo hago como un
mago: en una gruta oscura y silenciosa, mezclo los ingredientes, peleo y le doy
mi alma al computador. Para ver a Arsenal es casi lo mismo: me aíslo de la luz,
me quito la camisa y me muevo constantemente. Sé que todo este despliegue de
fuerza mental no es un desperdicio, sé que los jugadores, por lejos que puedan
estar, lo reciben. Sé que mi aliento los nutre y les da vigor, sé que un grito
mío es un pálpito en el corazón de ellos. Ah, si tan solo pudieran (mos) hacer
más.
Este es el secreto de la pasión:
Arsenal y yo somos uno, compartimos nuestra esencia. Esto va de un diario
viejo:
- Ayer estaba delirando y
entonces llegué a la conclusión de que estoy hecho a imagen y semejanza del
equipo al que tanta fuerza le hago. Veamos:
El Arsenal es un equipo que ha
mantenido una idea de juego específica a lo largo de la última década, y la ha
defendido por encima de los intereses económicos y las exigentes metas del frenético
fútbol actual. Es un equipo que cree en la paciencia y que un estilo de juego
refinado y de buen manejo de balón, aunado a una política de incorporaciones en
la que prima la formación de talento desde la cantera, trae, invariablemente,
buenos resultados. El gran éxito del Barcelona puede avalar su obstinada
defensa de dicho ideal; sin embargo, en los últimos cinco años, esto es, la
mitad del tiempo que ha defendido dicha idea, ha tenido que verse
constantemente superado por equipos como el Manchester United o el Chelsea, que
son un poco más agresivos en sus fichajes y manejan filosofías de juego
diferentes, no tan respetuosas de la estética como la suya. No obstante, este
equipo permanece fiel a sus valores, mantiene la fe en su proceso y su
convicción de que hace lo correcto resulta tan inquebrantable que a veces se
puede tildar de simple terquedad.
De ese mismo modo, yo me veo
continuamente superado por individuos que se manejan en una forma un poco más
descuidada e inmediata que yo, que velan tan solo por sus necesidades físicas y
que difícilmente tienen respeto hacia algo sagrado (distinto de Dios, que a fin
de cuentas es un simple artificio). Se me ocurren muchos ejemplos que podría
citar para aclarar este punto, pero eso sería salirme demasiado de la ruta que
lleva este registro: tendría que mencionar algunas personas y explicar su
relevancia en un ámbito ajeno al del trabajo. De manera que pido una concesión
en ese sentido y que se me deje establecer esa disparidad entre mis ideales,
mis desproporcionados parámetros morales cuyo éxito y/o recompensa potencial
jamás parece concretarse, y la decadencia de un mundo en el que, simplemente,
fui incapaz de ganar trofeos a través de dichas convicciones.
En el último párrafo me refería a
mujeres, también un poco a la literatura o, para abarcar todo lo que he hecho,
al arte. Cada día, cada partido, cada temporada, cada derrota de Arsenal me
hacen volver a este texto y revalidarlo. Arsenal y yo somos muy parecidos: nos
cubre una nube de tragedia, de inseguridad, de timidez, de torpeza y
mediocridad. Tenemos mucho talento, mucho potencial en nuestras piernas. Sin
comprar jugadores como si fueran abalorios (Chelsea, Manchester City, Puagh),
sin romper las reglas, sin jugar sucio, en silencio y buscando la elegancia,
tratamos de triunfar. Damos una buena lucha hasta lo que podemos. Sin embargo,
surge alguien con más jerarquía (Manchester United, Bayern Munich) y nos devuelve
a nuestra realidad apocada.
Una vez llegamos a una final de
Champions. Qué cerca estuvimos de coronar, qué talento tuvimos una vez, pero de
repente todo se empezó a caer y las cosas no nos salieron tan bien como
creíamos merecer. Ahora cada vez que veo a Arsenal siento que voy a ver a algo
muy querido debatirse en un ring en el que lo van a masacrar. Sé que voy a
verlo sangrar, sé que voy a verlo lastimado y caído y eso, de verdad, me
entristece. Yo mismo me siento agredido, rebajado, golpeado en mis
convicciones. Parece que el mundo me demostrara que si no compro jugadores de
ochocientos millones de euros no podré conseguir lo que quiero. De todos modos
sigo en lo mío, con mi librito, con mi manual. Adelante, no me rindo jamás,
aunque me entristezco y suelo quedarme atrás, cada vez más atrás. La nube de
tragedia me rodea como una niebla, me borra el panorama de lo que puedo ser.
Cuando llega el momento, cuando
estoy contra las cuerdas, salgo con todo, con la sangre en el ojo, y nada me
puede detener. Así dejo aturdidos a los demás, anoto tres goles, dos goles en
canchas difíciles en circunstancias difíciles, pero me quedo corto, porque la
derrota inicial pesa más. Me cuesta convencerme, me cuesta creer en mí mismo,
me cuesta apretar al rival en su cancha, no sé leer partidos, hace rato que no
gano una copa.
Por eso, algún día, cuando
Arsenal gane un trofeo, sabré que parte de mí alzará la copa —esté muerto o
vivo—. Por eso ansío ver a Arsenal ganar; de algún modo eso me animará a creer
que yo sí puedo ganar en mi vida el título que tanto ansío.
lunes, 4 de marzo de 2013
Dennis Bergkamp
Hace poco se supo que a las estatuas de Tony Adams, Herbert Chapman y Thierry Henry en el Emirates se les va a sumar una de Dennis Bergkamp, y sí que se la merece.
Este jugador me parece uno de los mejores de la historia. Tenía todas las cualidades:
0:00-4:20 Un maestro del pase.
4:27-6:35 Un definidor majestuoso.
6:36-8:21 Un virtuoso del primer toque.
7:51 El mejor gol que vi en mi vida.
Su visión de juego era tremenda, siempre jugaba con la frialdad que le mereció su apodo (Iceman). Sabía qué hacer con su primer toque, elegante, preciso, artístico incluso (¿a quién sino a un artista se le puede ocurrir lo que le hizo al defensa de Newcastle?). A veces me pregunto, por ejemplo, qué será de Messi cuando pierda velocidad, ¿cómo va a evolucionar su juego? Bergkamp no necesitaba eso: su cabeza estaba a años luz de ventaja y el pie siempre le respondía con exquisitez.
Hoy me tocó chupar otra derrota, un escalón más en este declive inmundo. Da tristeza ver lo que era Arsenal con hombres como Bergkamp, lo que alguna vez significó este equipo, que ahora es un hazmerreír al estilo Liverpool. Antes Arsenal inspiraba respeto, jugaba a algo, había tradición, talento y categoría. Ahora no hay ni la sombra. Solo nos queda aferrarnos al pasado, nostálgicos, haciendo estatuas y viendo videos cada vez más añejos.
viernes, 1 de marzo de 2013
Nwankwo Kanu
Primero quise averiguar por qué Diaby se lesionaba tanto. Resulté viendo una foto de cuando le pegó a Terry en la final de una Carling Cup. Fui a Youtube a buscar el video y en mi búsqueda “Arsenal Chelsea” surgió este video.
Hay cosas curiosas que me llamaron la atención, como Le Saux haciéndoles pistola a los hinchas de Arsenal en la celebración del primer gol, el registro de Nelson Vivas y Suker como jugadores de Arsenal, el hueco tan grande a un costado del Stamford Bridge y a través del que se ve el cielo (lo que me hace suponer que le agregaron una tribuna más después para darle su apariencia actual). Me reencontré con la magia de Arsenal como equipo grande, como padre de Londres. Chelsea venía encarrilado, de golear al Manchester United (según Martin Tyler) y se perfilaba como un candidato al título. Iba ganándole a Arsenal 2 a 0: Chelsea parecía una amenaza seria. Entonces Arsenal dijo “No, pequeñito, equipito inferior. Tú no perteneces a estos pulsos por el título. Eso es cosa de Manchester United y yo. Vete de aquí”. En quince minutos se incorporó y le dio una cachetada que mandó su campaña al olvido. Qué tiempos aquellos, qué fútbol era ese. Cómo ha cambiado todo.
Ahí el fútbol se ve más duro, más físico. En ese video el fútbol se ve más tosco que el de ahora, las entradas eran más burdas. No por mucho, pero sí se nota la distancia, se nota la evolución que ha habido desde entonces. Por ejemplo, no creo que hoy pudiera jugar un arquero con pinta de electricista como Ed de Goey.
Este video me hizo recordar que Petit usaba el 17 —número que después usaría Song, con un aporte similar, también sustraído por el Barcelona—. Fue bueno ver al viejo Dixon por allí, a Parlour, que no era gran cosa pero corría y metía personalidad. Hace poco leí un artículo que proponía a Ramsey como un nuevo Parlour, y desde ese punto de vista no me pareció tan mala la idea de Ramsey en la titular de Arsenal: lucha, desgaste, trabajo en toda la cancha, carácter. Quizás eso pueda ser el aporte del tan criticado Ramsey.
Fue bueno ver la pifia que se mandó Henry, un poco a lo Walcott. Para ir más al extremo, a lo Gervinho. Mal control del balón en velocidad, desperdicio de un contraataque. Luego Henry se convirtió en una leyenda con estatua propia. Quizás aún haya esperanza para el atolondrado Gervinho y para Walcott.
Otro recuerdo agradable: la canción de la Premier.
Pero por encima está Kanu. “Kan U believe it?”. Por ese partido decidí acogerlo como uno de mis jugadores favoritos. Compré un afiche de él y en esa época en la que aún estaba suscrito a Junior Gunners había pedido que me enviaran una foto autografiada de él. El primer gol le salió casi de casualidad; en el segundo ya mostró algo más de instinto goleador con su primer toque, aunque creo se le fue un poco largo y la suerte le ayudó para que eso fuera más productivo. En el tercero también estuvo de buenas porque el rebote del rechazo le quedó ahí, pero pienso que la calidad atrae suerte. Ante ese favor del destino, Kanu respondió con toda su categoría, su frialdad, la personalidad que Arsenal merece. El electricista salió quién sabe a qué y Kanu lo dejó ahí tirado (“Húndete, equipito”). En esa época yo no gritaba tanto los goles, pero sí que me emocioné. Se afianzó mi incipiente pasión por este equipo. John Laguna y Christian Bozzo vitoreaban la hazaña y yo no lo podía creer. Simplemente sonreí, a solas frente a la majestad del rojo y mangas blancas.
Me da lástima que se haya ido tan silenciosamente, que su carrera como jugador se haya extinguido como si nada. Se hundió con el Portsmouth y adiós. Por el mismo camino ignominioso van Pires y Ljungberg. Cualquier hincha de Arsenal los va a recordar, pero el fútbol los está desechando como una baba. Nada de despedida como a Bergkamp, ni siquiera como la de Zidane, que se dio en una forma medio trágica pero en un marco tan majestuoso como la final de un Mundial.
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