No sabía que Hesse pintaba. Me enteré hace poco mientras leía su biografía. Parece que empezó a pintar como terapia, me atrevo a decir que por sugerencia de Jung, con quien se analizó por un breve periodo (luego mantendrían una comunicación epistolar). Pero Hesse encontró en sus paisajes algo mas allá que una terapéutica del yo; encontró una puerta que lo acercó a dimensiones que se le escapaban en las palabras. Tras la primera pincelada, que la dio rondando los cuarenta años, no paró más hasta el final de sus días.
Debo reconocer que no
me sorprendió su trabajo como pintor, cosa que si me ocurre con sus libros,
pero esto no les quita su inmenso valor estético, ya sabemos, en cuestiones de
arte…
Pero hay algo
particular, una huella única que se vislumbra, al menos a mi juicio, en todo lo
referente al autor. Eso que si me movió profundamente fue el tema de sus
acuarelas, casi todas sus pinturas involucran dos elementos de forma inseparable,
las casas y los prados; me atrevería a decir que en su trabajo pictórico en
realidad el tema, predominante, que se muestra, obsesivamente son los refugios.
Las casas, que todo lo dividen y que nos recuerdan constantemente nuestra irresoluble
separación de lo natural. Pero por otro lado los arbustos, las praderas que
ocultan la casa y por ende a sus habitantes de los demás, de los otros.
Separación e unión, intentos desesperados de Hesse por reconciliarse consigo
mismo y con la naturaleza a la que fue obligado a renunciar. Un interesante
entramado nos teje este escritor Suizo en sus pinturas, al que yo agregaría un
tercer refugio, el acto de pintar en si.
Descubrimos así, una
nueva faceta de Hesse, el de prófugo, lo que queda por resolver, es ¿de que se escondía
incesantemente el escritor?
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