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Alfen, el pueta |
La cosa es así. El miércoles 09 estábamos en una de las tertulias literarias que hacemos con unos amigos. El tema era la Generación Beat. La idea era tener un panorama general de lo que pasaba en esa época, hablar de los principales escritores que formaron la escena, leer algunos poemas de ellos. Todo muy bien hasta que me puse un suéter de cuello de tortuga, una boina y unos lentes oscuros y comencé a hacer la caracterización, lo más paródica posible, de un poeta beatnik, con gestos, maneras y vocabulario que daba a entender que este poeta se creía lo más sofisticado y poético de la ciudad. Mientras leía sus "poemas", Alfen el "pueta" o "poetastro", soplaba de vez en cuando una harmónica para "acompañar" lo que iba leyendo, y contínuamente los acusaba de ser "cuadrados" y ajustados a la norma, entre otras cosas.
Creo que a mis compañeros no les gustó nada lo del poeta. Y los entiendo: se que exageré un poco la nota. Pero ya había decidido hacer el personaje, así que no me pude echar para atrás, si bien no llegué hasta las últimas consecuencias...
Mejor vamos al grano. Para la caracterización escribí una parodia del poema de Allen Ginsberg Aullido, más exactamente de la primera parte. La parodia no era ni pretendía ser algo bien hecho; lo tomé como una broma, como una muestra de lo que ese poeta fastidioso escribía. Tomé la estructura de esa primera parte de Aullido y la llené de referencias locales, de situaciones que bien habrían podido pasar en Ibagué o no haber pasado nunca en ningún lugar, y traté de hacer las frases lo más largas posibles para que se asemejaran a las del poema original. Antes de leer mi texto leí primero Aullido y luego, pasados varios minutos y luego de haber conversado un rato sobre varios temas, leí mi texto.
Yo escribí eso como una broma, una payasada para mi personaje (que pretendía mostrar mi versión del estereotipo beatnik, la burla que los medios de comunicación gringos hicieron de todo aquel que tuviera afinidad con el fenómeno beat en los años 60). Pero a algunos les pareció que había muchas cosas que un ibaguereño o alguien que haya vivido mucho tiempo en esta pequeña ciudad reconocería. Algunos me dijeron que les había recordado un texto de hace siete años que se difundió por miles de correos y con el que muchos se sintieron identificados, y que no tendrá un valor literario como tal pero que sí es valioso por mostrar de forma vitalista todos esos aspectos de la ciudad que hacen que la disparidad de edades y condiciones sociales se difumine y exista un punto de encuentro en el que sonreímos todos, y en el que acaso un foráneo pueda tener un esbozo de mapa de costumbres e idiosincrasias con el que guiarse si alguna vez pasa por la ciudad musical.
Mi texto tampoco tiene pretensiones literarias, pero sí puede ser un nuevo punto de encuentro, uno al que se le pueden añadir nuevos encuentros, situaciones al límite o simplemente chascarrillos extensos que arranquen un par de sonrisas entre quienes lo lean. O no. Sencillamente dejaré el texto aquí y que cada quien piense lo que quiera.