Creo que hay una cosa de la que
nunca he escrito, una de las cosas que más me gusta en el mundo, la cocina. No
sé a ciencia cierta por qué no toco el tema, ni siquiera con mis amigos más
cercanos; a menos que ellos me lo pregunten. Para la mayoría de personas que me
conocen, la cocina es una faceta completamente desconocida de mi vida, a pesar
de que cocino casi todos los días. En fin, el asunto es que amo la cocina, y
con falsa modestia creo que es una de las cosas que mejor sé hacer.
Desde siempre me ha gustado la
cocina, la cocina como el acto que trasciende la transformación de los
alimentos, la cocina como un rito en donde se respetan tiempos y actos, pero
donde prima el plato terminado: su sabor, sus texturas, sus olores como una
retribución a los alimentos que hemos usado, a la tierra que no los ha
obsequiado. Además en este rito de trasformación de los alimentos también nos
transformamos (el que come y el que cocina) en mayor o menor medida; es por eso
que la palabra rito hace su aparición y se incorpora a esta receta de
enunciados.
Cuando digo que me gusta la
cocina, quiero decir que amo la comida, comida no entendida como función
necesaria de nuestro organismo; como el acto mecánico de recargar el cuerpo llenando la barriga. Amo la comida
como un todo de colores, sabores, olores, texturas, amo la cocina hecha con
amor, técnica y misterio. Y con misterio no me refiero a ocultar los tiempos (la
cocina es un arte de tiempos) ni de ocultar ingredientes, hablo de algo que es
inherente a cada uno de los mejores cocineros y que los diferencia más allá de
su creatividad y estilo, hablo de algo que los circunda pero que no se ve a
simple vista; algo que solo es evidente cuando se los ve trabajando y/o
cuando se prueba sus platos, la magia;
ese toque sutil que hace que todas las cosas tengan sentido en el universo.
Con esto no quiero decir que la
comida de combate (como cariñosamente la llamo) no tenga su propia magia;
llenarme hasta reventar, acompañado de grandes amigos fue una de las actividades
que más hice en otros tiempos (Hablo de comer, comer, hasta casi reventar y/o
vomitar). Lo que quiero decir es que este tipo de comida obedece a otro tipo de
disposiciones, como por ejemplo al apremio del hambre, o la esfera de la compañía
o nostalgia: comer mientras se juega videojuegos, o se ve un partido o una
película. En este caso la comida cumple una función complementaria y siempre de
segundo orden frente al acto de comer por placer.
La cocina a la que me refiero yo en este post es la que apunta a los sentidos, al alma, a la conquista de los sabores que mueven el universo (esto no excluye que alguien pueda alcanzar el éxtasis en el acto mismo de comer por llenarse) es un acto que puede incluir ascetismo e iluminación, en donde es posible sentir cada uno de los elementos mágicos que la componen.
La cocina a la que me refiero yo en este post es la que apunta a los sentidos, al alma, a la conquista de los sabores que mueven el universo (esto no excluye que alguien pueda alcanzar el éxtasis en el acto mismo de comer por llenarse) es un acto que puede incluir ascetismo e iluminación, en donde es posible sentir cada uno de los elementos mágicos que la componen.
Y si alguien cree que estoy
exagerando con mis palabras, me adelanto a responder que no, este es mi
credo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarSoy admiradora tuya y de tu cocina, mis respetos por el post. Personalmente le siento cada vez más fascinación al arte de la cocina gracias a ti, aunque yo sea mejor degustando que haciéndo jeje..
ResponderBorrar