La vida siempre se había encargado de ponernos de alguna forma cerca del otro, no a nuestros cuerpos,
hablo de nuestras almas, aunque hoy ya no creas en ella. Es eso, has cambiado,
te has dado a la tarea de ser feliz, de acomodarte, de hallar tu punto de equilibrio
en otra parte. Y haces bien, tu sabes lo que pienso, nadie más sabe lo que yo
sé, lo mereces, en verdad lo mereces.
Lo que pasa es que no quieres ver
que yo sigo flotando en tu alma, aunque me hayas puesto en otra parte. Aunque
trates de escuchar solo a tu futuro inmediato, a tu felicidad inmediata (que es de lo único que hablas últimamente) yo sigo
incomodando a tu pecho, a tu estómago, con esa sensación de
vacío, con esa sensación de que siempre te hace falta algo.
Porque yo sé que me
piensas cuando estás a solas, aún te escucho suplicar en las noches cuando él a
tu lado yace tendido, veo como envidias su rostro sereno, su facilidad para
conciliar el sueño que a tí hace rato te abandonó. No ves que tu alma se ha ido
a otra parte, así como tu vida y la mía, te has convertido en un cuerpo que deambula
por las calles, y la vida, la vida ya no está más de nuestro lado.
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