Kim Ki Duk es mi tipo de
director, el que lleva a los limites la
condición humana, pero un límite que está siempre protegido por la poesía, y
por la puesta en escena de lo bello en contra posición de lo más repudiable de
nuestra condición. Esto es difícil de conseguir, creo que pocos directores lo
logran, pocos logran sortear esta línea a la nada que sostiene estos límites
sin caer en el horror, en lo ordinario o en lo escatológico, porque es hacía
estos territorios oscuros donde apunta por lo general nuestra condición de
seres pensantes.
Duk logra explorar las
profundidades de nuestra raza con sutileza, creatividad y mucha belleza
argumentativa, fotográfica y sonora. En esta ocasión le llega el turno al amor
y al paso del tiempo. Seh-hee creé que su novio Ji-woo se está cansando de ver
el mismo rostro y de hacerle el amor al mismo cuerpo luego de dos años de
relación. Esta idea se apodera de ella por completo tras un incidente en una
cafetería donde Ji-woo es amable con dos chicas con las cuales intercambia
tarjetas. La furia de Seh-Hee se desata a tal punto de gritar y humillar a las
chicas con las que había hablado antes Ji-Woo. El punto de no retorno ocurre
cuando Ji-Woo no consigue hacerle el amor atribuyéndolo a su cansancio. Seh hee
le pide que recuerde a una de las chicas del incidente de la cafetería y que
imagine que es a ella a quién le hace el amor, lo cual funciona. Al día
siguiente Seh-hee desaparece de su casa, de su trabajo y del mundo para
someterse a una cirugía que va a cambiar la vida de estos personajes para
siempre, una cirugía de transformación de rostro y cuerpo.
Es difícil no ver puesto allí
en escena los miedos, las preocupaciones y los horrores de nuestra
cotidianidad, esas situaciones que amenazan con arrasarlo todo y dejarnos
sumidos en la desesperación, indefensión y tristeza, pero rara vez nos dejamos
llevar por estos impulsos que acabarían por sepultarlo todo, siempre(o casi
siempre) encontramos escapes que nos permiten salvarnos de enfrentar al terror
que hay escondido tras nuestras máscaras: el cuerpo y el rostro. Kim Ki Duk
logra llevarnos hasta esa caverna oscura de la cual no volveremos siendo los
mismos.
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