sábado, 8 de mayo de 2010

Intradiálogo con saña

- Y creo que hoy se me perdió el hilito para jalar. Se me escondió el verbo. Se me achicó el palabrero. Se me tostó el vocablo. Se me rompió la frase. Se me cayó el acto perceptible de teclear al piso y se me disolvió como burbujita en fregadero. Se me escapó el adverbio. Se me dañó el lenguaje. Se me agotó el ingenio. Se me estropeó la idea. Se me acabó. Se me...

- ¡Ah! Me encanta ver cómo sus lamentos sobreactuados tienen su lado irónico. Mire no más, se ha quejado como siempre de que hoy no tiene nada que decir, y sin embargo la 'deseperanza' le ha servido para enumerar su 'desgracia' con unas cuantas frasecillas que no serán el Novamás de la creatividad y que, en mi opinión, pecan de cierto manierismo coloquial, pero que me sugieren que no está del todo nulo para decir algo... es más... de repente presiento que hay algo detrás de todo esto... ¿A quién quiere impresionar? ¿Al lector extraviado allá afuera -que se entienda que aquí incluyo a ambos sexos, no se jorobe-, del que no sabemos si vendrá a vernos después o incluso antes de presenciar esta colosal fanfarronada? ¿A mi persona y "existencia", que no se preocupa más que por aprovechar todo lo que usted dice para mofarse y fastidiarle hasta convertir sus horas en deshoras? ¿A usted mismo, endeble conjunto de conciencia, mito y parodia, en un torpe intento por suplir su necesidad de justificación de su presencia en el mundo, por culpa de una experiencia no sensible del mismo que hace que su vida solo sea la ilusión de un fausto y lejano sentimiento de propiocepción, opacado siempre por un permanente estado de duda, y que trata de apaciguar con jueguillos de palabras que contradicen su credo y su forma de sufrirlo? ¿Ah? ¿Ah?

- ¿Pero de qué está hablando? No le entiendo... Es como si se estuviera tomando muy en serio mis pequeños juegos, y la verdad es que...

- Más bien es usted el que se está tomando muy en serio su propio juego, mi señor. Cree que puede engañarme con esa adusta falacia, enmascarada en ese tonito de patraña juguetona que tanto me irrita. Pero para su desgracia e infortunio se equivoca, mi señor, se equivoca terriblemente...

- ¿Pero de qué clase de engaños habla? Realmente no entiendo qué es lo que pasa, no lo...

- ...Sólo dígame qué es lo que en verdad pretende, cuáles son sus verdaderas intenciones con toda esta sucia parafernalia... y le diré que, aunque presumo que éstas cruzan la raya entre lo retorcido y patético, haré el esfuerzo de percibirlas como un poco más tolerables que esta tormenta insípida de canalladas con la que espera usted impresionarme futilmente...

- ¡Pero si sólo son formas que se me ocurrieron para expresar que un día como hoy no tenía de qué escribir! ¡Sólo era eso! ¿Qué he estado haciendo mal para que...

- ¡Pamplinas! ¡Rebuznos disonantes! Ya veo... ahora pretende fingir inocencia. Qué débil y repugnante recurso, típico de seres de su estirpe. Aunque bueno, ya sabía yo que no podía esperar nada bueno de personajes tan abyectos... Y es que debo decir que ahora me tomo el atrevimiento de observarle detenidamente, y sólo encuentro delante de mí a una lagartija hipócrita, a un sinverguenza de hueso podrido, a un proyecto malogrado de forma viviente, a un tumor en el zapato, a un vil experimento de falsa existencia que el cosmos desecha ante mí, a un trozo de boñiga seca, a un fracasado insurrecto, a un tarado pervertido que sólo arroja de su boca horripilantes modulaciones estentóreas, a un insecto desdichado, a un...

- Hombre, estoy confundido, aturdido, obnubilado, al borde de la parálisis, del colapso, del quiebre, del derrumbe, de la crisis, del paroxismo... ¿Por qué ahora ese cambio tan violento? ¿Por qué ahora me insulta? ¿Que es lo que...

- ¡Señor! ¡Usted no tiene el más mínimo derecho de formular preguntas! ¡Con semejante tramoya tan corrosiva urdida desde el inicio, quién sabe con qué demónicos objetivos, no creo que necesite mayor defensa! Más bien... ¡Soy yo el que necesita escudarse de la paulatina amenaza en la que usted se ha convertido! ¡Tramposo! ¡Corrompido! ¡Depravado! ¡Pérfido! ¡Embustero! ¡Malintencionado! ¡Farfullero! ¡Embrollador! ¡Falaz! ¡Peligroso! ¡Réprobo! ¡Pernicioso! ¡Insano! ¡Málefico!

- ¡YA BASTA! ¡PARE YA! ¿QUÉ PORQUERÍAS LE PASA? ¿TAN PARANOICO Y OBSESO LO TIENE EL TEMA? DETENGA ESTA VAINA YA MISMO, CARAJO, ¡QUE YA SE ME ESTÁ ROMPIENDO LA PACIENCIA!

- Uhmmm...

- ¿Y ahora qué, ah?

- Pues... Uhmmm...

- ¿Sí?

- Pues nada, que ha caído. Sencillo. Ha caído. Y de lleno. No puedo más que felicitarme.

- ¿Qué dijo?

- Que no puedo más que felicitarme, mi señor.

- NO, no eso, lo primero.

- Ah... que ha caído.

- ¿He caído?

- Y de qué manera, mi señor.

- De manera entonces que he caído.

- Excelente conclusión, si me permite.

- Ya veo... pues ahora pasó de los insultos a los cinismos. Se está pasando de la raya, está al margen, en el borde, en la arista, tanteando, rozando, palpando el límite. Y créame, si no me arroja una explicación congruente para todo lo que ha pasado, podría lamentarlo.

- No se enfade de más, mi señor. Sólo fue una broma insidiosa, de cierto mal gusto y tacto, lo acepto, pero muy efectiva. Sólo quería enfurecerlo, sacarle el bloque, como dicen en ciertos lugares. Como ve, quien trataba de engañarlo era yo, aunque debo admitir de igual forma que, dentro de esa acción un tanto reprochable de hace un momento, hay un motivo oculto. Le ofrecería de lleno mis disculpas, si no fuera por lo que habíta en el corazón de mi traviesa pilatuna...

- Querrá decir atravesada pilatuna...

- Bueno, sí, lo reconozco, mi jugarreta fue algo atravesada. Pero debe creerme cuando le digo que la mía fue una acción improvisada, pensada y ejecutada de golpe, sin lugar para cavilaciones o análisis. Tan sólo pude actuar, y por desgracia, únicamente de la única manera que conozco.

- ¿Tan sólo pudo actuar? ¿Cómo así? ¿Qué quería lograr de todo esto? ¿Por qué tantos adverbios? De nuevo estoy confundido.

- Perdone el exceso de adverbios, a veces se me escapan los condenados... pero bueno, no tienen mucho que ver en este rollo de todos modos, no nos desviemos mucho del asunto. Ahora, en cuanto a lo que quería de todo esto, le digo que en verdad quería ayudarle.

- ¿Ayudarme?

- Sí, ayudarle a encontrar un tema, una idea, el hilito que necesitaba para jalar, para que así usted pudiera escribir todo lo que quisiera y no le entrara la zozobra de la pantalla en blanco. Por eso, en cuanto usted comenzó su divagación, comenzó a embargarme, o mejor dicho, comenzó a embriagarme el temor de que en verdad pudiera usted quedarse sin qué escribir hoy. Y tanto a usted como a mí tal cosa nos desanima demasiado. No podía permitirme eso. No podía... tenía que hacer algo, y sin muchos aspavientos. Algo rápido.

- Y fue entonces cuando decidió insultarme. Vaya cosa.

- Lo se, lo se, se me estaba yendo el brazo con todo esto. Lo gracioso del caso es que de algún modo pensé que mi estrategia no funcionaría. Usted sabe, por lo que pasa con usted y conmigo... parecido a esperar que lo que se le grita al oído izquierdo no va a ser escuchado por el oído derecho, si no se ha buscado antes la manera de taparle...

- Bueno, es algo parecido, pero no es exactamente como yo lo plantearía, pues de todos modos...

- Espere, por favor. Permitame continuar. Como decía, En un principio pensé que mi repentina idea no daría resultado -la razón podríamos discutirla luego-. Y creame, pensé en abortar ese plan. Pero era tarde. Ya había iniciado con mi perorata hostil. Y usted sabe que cuando eso me pasa me es muy difícil parar. Y para colmo de males, lo admíto, me estaba divirtiendo con todo el asunto. Creo haberselo dicho al principio, me encanta fastidiarlo, aunque no al extremo al que me estaba acercando...

- Bueno... ahora que lo pienso, aquellos insultos no eran tan ofensivos como me pareció en ese momento. Podría decir incluso que... de algún modo... la mayoría de sus insultos tenían algo de ingenio.

- ¿De verdad lo piensa así?

- Sí... No veo por qué decir lo contrario. Es decir, no es que esos insultos fueran el Novamás de las ofensas... y creo que de alguna forma pecaban de cierto maniqueísmo parroquial... pero podía ver que no había nulidad en el pensamiento de quien los profería...

- Uhmmm... Lo merezco, sé que merezco que se me devuelva el daño hecho...

- Tampoco es cuestión de exagerar. Sólo bromebaba. Ya estoy más calmado que momentos atrás.

- Bueno, usted sabe que hablar de ese tipo de emociones es, en nuestro caso, algo ambiguo...

- Claro, claro, pero usted sabe a lo que me refiero. Sé que lo sabe, no finja.

- Está bien, no fingiré... y sí, se a lo que se refiere. Ahora bien, con respecto a lo que le explicaba...

- Sí, ya puedo suponer de que se trataba todo. Usted quería ayudarme a encontrar un tema para escribir, pero terminó metiéndose más de la cuenta en el papel de desconfiado y agresivo. ¿Estoy en lo cierto?

- En efecto, así es. Ahora sí, le ofrezco disculpas muchas...

- No tiene porque hacer esa bobada. Piense que a pesar de todo usted logró su objetivo. Si no hubiera sido así, no habríamos gastado todo el tiempo esta entrada en un mismo rollo. Además, si habla usted o hablo yo, técnicamente daría lo mismo.

- Qué bien. Entonces ganamos, ¡Le ganamos a la pantalla en blanco!

- Sí, ganamos, al menos por hoy. Ya veremos qué pasa después, cuando...

- Ole.

- ¿Qué pasa?

- Me acabo de dar cuenta de algo.

- ¿Ajá?

- Me pregunto si con sus frases alusivas a no saber de qué escribir usted ya había conseguido su tema sin mi ayuda...

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