viernes, 19 de febrero de 2010

Pensamientos Flojos VII - Reflexión recalcitrante

Creo que llevo aproximadamente 5 años tocado por la experiencia bloguera. 5 años siguiendo blogs de diversas naturalezas, investigando sobre las mejores formas de gestionar y administrar blogs, comentando entradas, admirando blogs hermosos en su forma y divertidos en su fondo, perdiendo y ganando tiempo saltando de link en link recomendado, descargando gigabytes de música de los enlaces que ofrecen aquellos bloggers que se dedican a ello, elogiando la límpida escritura de unos, estallando del desespero ante los horrores escritos de otros, conociendo gadgets inusuales y extravagantes, recordando, olvidando, reciclando, y muchos otros gerundios que me llevaron, en un momento dado, a abrir mi bitácora en la atarraya, un puntito de sal entre tanta mina blanca, pero mi puntito por lo menos... o dos puntitos, para ser exactos. Y en aproximadamente 5 años de blogueo, esos dos puntitos de nada han sido la herramienta más flexible y capacitadora de mi contradictoria pasión por escribir.

Ahora, luego de la necesaria mirada hacia atrás, noto que en todo este tiempo ha nacido y se ha consolidado una obsesión, que se me presenta en forma de pregunta, que es y sigue siendo la misma, a pesar de las múltiples formas que ha tomado este interrogante y las múltiples tentativas de rancia respuesta a éste: ¿Por qué hijueputas siento y continúo experimentando tanta frustración al escribir, a pesar de que se y declaro que me gusta hacerlo? Y si he de agregarle algo más, diría que también me ronda por la mente la pregunta de si es posible que en algún momento de escritura, dominando o dominado aun por el sutil sufrimiento del derramamiento incipiente y de letras, suelte mis manos y mis impulsos eléctricos lo suficiente como para generar hordas furiosas de frases y tribus de párrafos, dispuestos a dar la vida en la lucha por la lucidez, la claridad y la delicia lectora, en sucesivas batallas de redacción y corrección aguerrida... ¿Será posible?

Entonces a veces pienso que (carajo, eso he hecho también en este lustro, pensar y pensar, en desorden y sin cautelas) tal vez sea posible que esa pregunta (o serie interminable de preguntas, no pierdo nada con decirlo) no se deje reconocer nunca en una respuesta definitiva; y esto, lejos de ser una dificultad, resulta ser una ventaja y un privilegio, pues así puedo conservar perpetua la obsesión requerida para continuar infestando la atarraya con mis combinaciones de las 28 letras de mi alfabeto de nacimiento con el mismo tema, a pesar de (o también gracias a) el sentimiento de frustración y la sensación de sufrimiento y vacíos incómodos, que aparecen cuando me dedico a lo que me da dolor y vida al mismo tiempo, que no es otra cosa que el acto de tener dispuesta para la existencia lo que pueda salir escrito de mis manos hacia un papel o hacia una pantalla. Con 5 años vagabundeando por las comunidades blogueras y buscándome todavía entre tantas filigranas literarias, tengo al menos la certeza de que si eso es así, podré ser feliz con mi no-satisfacción. Y si no, sabré que buscaré otro dolor y razón de escritura, para continuar con mi descarado acto de fe, mi costal de vago relleno de pesadas pendejadas, mi botella con agua a punto de agotarse.

Así es como, por ahora, vuelvo a contentarme a mí mismo (valga la redundancia). Ojalá me dure.



Unos apuntes sobre el anterior pensamiento flojo

Quizá esto esa una muestra de que a veces sí suele afectarme lo que piense el otro (o el Otro, para ser más sesudos, por joder no más), y luego de aceptarlo, pido que ojalá no se me mire feo por ahí sólo por el hecho de que haya dejado pasar varias ideas percibidas o me esté poniendo un tanto reiterativo con aquello de mi ambigua relación con la escritura, en ese texto que acabamos de pasar. Con sencilla certeza digo en mi defensa que es parte del proceso que he aprovechar de mi bella o b s e s i ó n , y no digo ya nada más. O bueno, sí: la imagen la saqué de aquí.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nos gusta que prueben algo de nuestros frutos sin más, pero nos gusta más cuando nos hacen saber si los temas están jugosos, si hay muchas pepas entre ideas, si el sabor de su lectura es bueno o si están biches o muy maduros; Así que adelante, deja tu semilla, tu esputo, tu abono o tu espalda para recostarte, lo agradeceremos y sabremos darle su buen uso.