viernes, 3 de mayo de 2013

Cosas que he hecho III

- El Cuaderno de los Impulsos es un cuaderno común y corriente, de hojas rayadas, creo que de 80 hojas, tapa blanda, al que le puse una etiqueta enorme en la portada con el nombre que ocurrióseme al escribir notas en el cuaderno. Lo compré junto con el que luego convertí en mi Irregulario, al que también convertí con el gesto de ponerle una etiqueta con ese nombre. Me gusta convertir cosas con el simple hecho de ponerles un nombre. Admito que descubrí el agua tibia del bautizo, pues eso hice, bautizar (¿o rebautizar?) ambos cuadernos, pero no por eso dejo de sorprenderme con esto, pues con el nuevo nombre hay una nueva mirada, y con la nueva mirada hay una forma diferente de hacer uso de los objetos. Por eso cuando miro ambas cosas ya no veo cuadernos... o bueno, sí, pero siento que son otra cosa además de cuadernos, y si llegara a escribir en alguno de ellos un teléfono o algo de la urgencia del momento, o si llegara a arrancarles una hoja o algo por estilo, estaría destruyendo a los nuevos objetos, a los objetos transformados, y serían una pérdida en cuanto a que perderían el nuevo propósito que vino con el nombre, y volverían a ser cuadernos comunes y corrientes... y no quiero eso, no con estos dos.

Basta de chácharas, vamos al grano... a través de más chácharas. Pero dirigidas a explicar un poco de qué se trata el Cuaderno de los Impulsos.

La idea es que en ese cuaderno puedo hacer lo que me de la gana. Bueno, en realidad se supone que con todo el tema de las expresiones escritas que manejo puedo hacer lo que me de la gana. Pero con las otras expresiones escritas, como por ejemplo este blog, hay, por decirlo de alguna forma, límites impuestos por mí o por quienes hacen parte de este espacio, no tanto en el contenido de las entradas si no en el diseño, la regularidad de publicaciones nuevas, la necesidad de tener cierta coherencia, de respetar la ortografía y la gramática y cuidarse de los errores tipográficos que suelen aparecer cuando se escribe rápido. Incluso puede que sí haya, al menos individualmente, una cierta censura sutil, de no hablar de ciertos temas, o de tomarlos por un lado respetuoso, o coas por el estilo, pues ello suele ir unido al esfuerzo por tener unas entradas decentes en cuanto a la redacción. Pero con el Cuaderno de los Impulsos no quiero pensar en límites. Porque aquel es un espacio de anarquía literaria, de anti-literatura, de juegos por jugar, de planes e ideas en el aire, de cualquier cosa. Todo cuanto esté  presente en ese cuaderno ha de ser producto de mi antojo y mi voluntad, despojada de toda crítica, censura, limitación, o incluso de reflexión... entonces puede suceder que, en virtud de toda esta sarta de sandeces que estoy planteando, me de un día por escribir en cualquier hoja en desorden, de traspasar las hojas haciendo fuerza con el lapicero, tal vez arrancar media hoja, tal vez pegar un moco en una página o algo así. Y estaría bien, pues sería un impulso, un capricho... algo que va más allá de lo infantil, que (no se si me atreva demasiado) se acerque a lo irracional. Al acto de hacer las cosas porque sí, porque sá. Y qué me importaría a mí, si es mi cuaderno. Con los demás elementos de expresión la forma de proceder será distinta, más organizada, más dirigida a un objetivo que si bien seguirá siendo flexible deberá seguir ciertas pautas, como en el Irregulario. Pero con esto no. Que se vaya todo al carajo cuando esté escribiendo en este espacio.

Hay unas cuantas cosas en las que pienso con respecto a el Cuaderno de los Impulsos. Una cosa viene con la idea que me formo de un cuaderno así: que esto viene a ser un caos controlado en un lugar específico y asegurado para que no salga, o como una habitación en la que me encierro y realizo toda suerte de actos disparatados y faltos de sentido, pero siempre dentro, nunca traspasando la puerta. Sea como sea, la cuestión que se cierne sobre esta idea es la del temor de no tomarme en serio las cosas si dejo que la actitud que tomo con este Cuaderno "salga" a otros contextos. Es decir, que luego, cuando quiera ponerme a escribir un cuento, lo haga de cualquier forma, a como salga, a la de Dios, no se. Y eso no sería bueno. O de pronto sí, sí lo sería, que carajayes. Mejor escribir un primer borrador de cualquier forma que no escribirlo, mejor tener algo en lo que se pueda trabajar, templar, depurar y transformar, que tener las manos vacías ante el teclado... Otro aspecto en el que pensaba es en si está bien gastar tiempo en algo así. Siento a veces que usar el Cuaderno puede ser un gasto de tiempo, un desperdicio de minutos y horas en una actividad autocomplaciente, insulsa, caprichosa, que a la larga quizá no me lleve a ningún lado. De pronto estoy exagerando, no se. Pero la verdad es que si fuera así, no me molestaría en absoluto.

Bah, qué se yo. Me da la impresión de que a pesar de todo lo escrito a a estas alturas no se nada de nada con respecto al Cuaderno de los Impulsos. Y de repente me da la sensación de que de eso se trata, de no saber... solo de garabatear, ensayar con lo que sea, cuando sea y como sea que yo quiera, y en últimas, como lo necesite. Querer es necesitar algo. Y yo necesito correr como un bobo por una pradera soleada llena de vaquitas, dar vueltas y saltar al son de música folk en catalán, gritar, gritar con melodía, y luego tirarme en el prado, muerto de Risa. Eso es el Cuaderno de los Impulsos. O no lo es en lo absoluto. Es, en conclusión: ¡cualquier cosa!

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