miércoles, 22 de enero de 2014

Una carta de amor para un concurso de hace años

Sobre esta carta cuento que la escribí en el 2008 para un concurso de epístolas que la tertulia Liberatura hace anualmente, el cual gané (creo que me dieron 8 mil pesos, mil por cada participante inscrito), y que iba dirigida a alguien que me gustaba mucho en ese entonces (y aun ahora, aunque de forma diferente). Seis años después la releo y la encuentro empalagosa, saturada de barroquismos, un poco lastimera. Pero no me disgustó nada de esto. Incluso me divertí en la relectura y me reí un poco de ese Alfonso que, además de intentar sacarse un diablo de la cabeza, quería ganarse unos pesos para la cerveza (o para comer alguna arepa rellena o empanadas; me inclino más por la opción alimentaria), bajo un seudónimo que saqué de una página que aparentemente arrojaba el equivalente de mi nombre en idioma élfico: Lólindir Elanessë.

Realmente no tengo muy claro qué busco al publicar esta carta. Pienso en las razones y se me ocurren varias, sin que ninguna me convenza a pleno. Quizás al publicar esto aquí sienta que existe la posibilidad de que la mujer a quien iba dirigida la carta desde un principio la lea, así jamás llegue a saber que es ella la destinataria. Puede ser que solo quiera compartir algo aquí y sacar un poco del abandono este blog, o más bien sacarlo de mi abandono, que quiero asumir esta vez como una falta; así que, para reactivar esto con celeridad y al no haber escrito algo nuevo últimamente, recurro de nuevo a textos viejos pero "inéditos".  O tal vez quiera llamar la atención, como es usual, e incluso ir más allá y esperar puerilmente que cualquier otra chica lea la carta, se conmueva con sus letras y me ofrezca salir con ella y quiera ser la musa de nuevas y más excitantes cartas...


-Bueno, ya, contrólese, que se le notan demasiado las ansias. Compórtese, carajo, o lo hago comportar yo, descarao.

Bueno, me controlo, aunque no entiendo por qué cree que puede amenazarme. Contrólese usted, también.

-Está bien, está bien, también me calmo. Pero por favor, deje la majadería.

Ah, ya comenzó de nuevo... mejor hablamos luego. 


Pueden ser todas las razones o ninguna de ellas. Lo cierto es que está el deseo de hacer pública la carta. Y como suele pasarme con ciertas ideas persistentes que me llegan de repente, ese deseo me picaría en la mente con fuerza si hiciera caso omiso o no atendiera oportunamente a su llamado. Dejo entonces la carta, sin ediciones ni modificaciones, y no molesto más la vida por hoy, esperando de verdad molestarla en breve y poder así decir que volví a este espacio. 


P.D.: Originalmente, la carta que entregué estaba en físico, por lo que habrán referencias a la hoja de papel que ya no aplican al presentarla en este formato. Espero sepan comprender....

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Ibagué, 43 de febrero de 2008




Querida, amada, idolatrada, como quieras:



Te saludo, fascinado, desde lo más profundo de mis deseos. Antes de comenzar, ¿Puedo decirte algo? Quiero explicar que el hecho de teclear estas letras en un procesador de texto, frío pero útil, y el hecho de haber impreso esta carta con una letra que no es la mía, no es grosería ni formalidad inadecuada. Es sólo que... no quiero que reconozcas mi letra... tan llena de formas delatoras de mi persona, tan injusta... y tan fea a la vez... así que escogí ésta forma de comunicarme contigo, pues solo así puedo decirte lo que quiera decirte, sin peligro a que me descubras, ni tengas la más pequeña pista de quien es el artífice de esta carta sólo a ti, mujer de mujeres, dedicada. Claro, sólo de ti depende el que te tomes la tarea de revisar la carta con un par de guantes de látex para no dañar la "evidencia", guardarla con todo y letras en una bolsa y la envíes a identificar con el que se encargue de esos menesteres, por las huellas dactilares que he dejado por todos los rincones de ese pedazo de papel, al que le he inyectado un montón de palabras con mi alma desnuda y sincera. Espero que no lo hagas; espero que, por el contrario, toques esa carta con tus suaves manos, que tus dedos recorran ambas caras de la hoja y que no quede ningún rincón de ésta sin revisar, para que tenga la seguridad de que hemos tenido un contacto, un contacto cercano, un jugueteo digital, un recorrido por tu manos con las mías, y puedas tener una idea de todo lo que he disfrutado al darte este pequeñísimo detalle, incluso si lo he escrito con tipografía prestada, pues has de saber que la alegría que he sentido al saber que existía la posibilidad de una caricia tuya, en tiempos distintos pero con la misma intensidad, me ha hecho querer inundar la hoja con mis delgadas falanges y mis tiernas y pálidas palmas, para que mi esperanza sea fuerte. No tengas miedo: no quiero asustarte. Sólo quiero que entiendas los extremos, las peripecias que un hombre hace sólo por mantenerse a salvo de ser identificado por la mujer que le nubla la mente y le da intranquilidad y perturbación a su cuerpo, y que, al mismo tiempo, y sin poder aguantar las ganas, recurre a este tipo de locuras para tener, al menos, la mínima idea de lo que sería estar con una tormenta de belleza y gracia como tú, y así poder ir lejos de la tierra y de su órbita un instante, para soñarte, simplemente soñarte, contemplarte desde una nube, y servirse de ella como escondite acobardado, pero necesario.

Es triste, es tristemente triste, el refugiarme en las sombras y en la complicidad de mi amigo pasajero, el anonimato, aquel amigo voluble que me complica más mis cosas, y evita que sean nuestras cosas, pero que necesito para no colapsarme, para no tolerar el dolor de que sepas quién soy, mientras estés con "ése"… sí, con "ése", con las comillas incluidas; ése no es más que un torete de escaramuzas, un pintado con aerosol, un fanático del ámbar y de la querella, un altercado de prensa, un taburete con cabellos, una máscara de cal. ¿Qué pudiste haber ganado al encontrarte con semejante afrenta? ¿Qué maromas de bufón te habrán divertido de "ése", para que ahora le permitas acompañarte a todo momento, como si del perrito más empalagoso se tratara? ¿Por qué, cielo e infierno mío, por qué? Ahh... los desdichados y malhechores celos me invaden, y me hacen exagerar y divagar... tal vez "ése" sí te merezca... tal vez no sea una afrenta, sino una perseverancia. Tal vez sus maromas sean dignas de los más arriesgados artistas del trapecio. Tal vez ese perrito también te defienda y te cuide de los peligros y las amenazas. Sí, tal vez te merezca... pero no creo que se derrumbe por tu ausencia en una noche invernal y sola, ni que se destroce el alma tratando de planear estratagemas para estar contigo, ni que te lleve de la mano al espacio en sueños, pues en la dolorosa realidad no pueda moverte de donde estés. Por eso, sólo por eso, tal vez no te merezca. Te merece y no te merece... pero tú no eres un trofeo, ni una estatuilla de oro y diamantes, tú eres más que eso, millones de veces más. Y eso tal vez le hace feliz, a "ese"; tal vez le alegra hasta el fondo de su mente y alma. ¿Te alegras tú también, reina de fuego? ¡Ay de mí, no lo sé!

Por eso me escondo, te miro sin que me mires, me cubro con el secreto, para que cuando tenga la certeza de que con "ése" sientes alegría, yo también sienta alegría, pues con eso me bastaría, verte alegre, feliz, dichosa, y entonces pueda yo alejarme para siempre en el misterio patético en el que me envolví, para mirarte sin que me miraras, para desearte sin que me desearas, para amarte sin que me amaras; pero también me escondo de ti, para que, si algún día la historia tuya con "ése" se terminara cual final de película, me arme de valor y salga de mi madriguera miserable, para que me veas, para que conozcas al hombre que hizo la carta extraña aquella, para que me mires como yo te miro, para que me desees como yo te deseo, para que me ames como yo te amo. Para que entiendas cómo fui capaz de llevar a cabo tan bizarros proyectos con tal de tenernos y querernos, para que entiendas que en una carta de amor y enigma no sólo se lee y se escribe, para que entiendas que, aunque no te merezco, te necesito, y para que entiendas que en unas cuantas letras puede quedar expuesto el amor, para que se pueda hacer con él lo que se quiera, cuanto se quiera y como se quiera.

Quedo entonces, a merced de tu libertad. Seguiré, mientras tanto, esperando y esperando, en la prisión del silencio.








Con amor, locura y paciencia,









Alfonso.

2 comentarios:

  1. Sinceramente muy buena,hasta llore porque a mi jamas me han escrito una carta , ni siquiera en mi época de colegiala, y me hubiese gustado recibir una carta tan cargada de cosas bellas :-)

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  2. ¡Más de 10 años de esta entrada con esta carta que tiene ya 16 años! ¡Qué emocionante leer estas cosas de nuevo!

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