lunes, 5 de agosto de 2013

Bailando por un sueño (Diciembre 6)

- El otro día llegué a mi cuarto y puse la televisión. En un programa una rubia que sonreía (con una falsedad evidente) y un tipo saludaban a un famoso vía satélite. Este estaba en su casa, sobre un sofá. Acusaba cansancio en el rostro y el del programa se lo hizo notar. El famoso dijo que se acostaba muy tarde y que tenía que despertarse temprano para unos ensayos y otras cosas. Luego empezaron a hablar sobre un concurso de baile y sus reglas: si se podían hacer reemplazos a esa altura, si era una regla nueva o no, si se podía hacer un cambio. Se tomaban todo ese asunto demasiado en serio. Había tanto apasionamiento en su discusión sobre las reglas del concurso que me dio lástima: lástima de su mundo reducido y postizo, en el que si una persona puede bailar o no se deforma a una cuestión vital, llamativa y trascendental. Yo cambié el canal, pero seguramente estuvieron hablando de eso un largo rato. El resto de la entrevista debió tener un olor a rosado quemado.

Es ridículo el grado de atención que algunas personas pueden dedicarle a un concurso. La farándula de acá casi que gira alrededor de ese programa. Sus chismes, sus peleas, sus tragedias y sus tensiones cautivan de tal modo que explican la locura y el rostro patético de esta ciudad: el que veo en ciertas personas, el que noto en las palomas, el que percibo en la mirada fruncida de sus mujeres atractivas, el que desnuda la mala vejez de sus habitantes.

La fuerza que estupidiza a una sociedad habla significativamente de ella: retrata sus gustos y sus aspiraciones. Asimismo, considero que esta estupidización es necesaria como una forma de evadir la realidad tan horrible que nos rodea, así que no estoy en contra de eso ni descalifico tal grado de idiotez, obviando el uso del adjetivo. Solo me gusta observar esto para palpar los relieves de una sociedad. En el caso de la mía, la colombiana, creo que se estupidiza con cosas burdas, grotescas, violentas y fáciles: novelas sobre mafia, realities, bailes simplones, caricaturas del machismo y del arribismo. Ser ordinario es una entrada segura, una forma de empatía instantánea, y nos conmueve el ruido. Aunque hay excepciones, y algunos se permiten considerarse como tales, el grueso de población, el que nos identifica como cultura y como raza, es así: masa de circo con payasos y animales. Es nuestra entrañable naturaleza; yo la extraño, la adoro y me apropio de ella.

Acá, la estupidización viene de la mano de un concurso de baile, a través del que exploran la vida privada de sus concursantes. La forma en la que los profesionales del chisme se inmiscuyen en la vida de los famosos es mucho más lesiva que todo lo que yo conocía. Hay pocos límites, mucha gritería, excesivo nerviosismo y una exagerada propensión a la violencia, que nunca se materializa, así que esta redunda en histeria y neurosis. Veo mucho este tipo de titulares: “Xxxx en guerra contra Yyyy”, “Ggggg se defiende de Sssss”, y otros que ahora se me escapan pero que con sus verbos y adjetivos incitan o siembran una violencia latente. Insultarse, cuestionarse la dignidad y desafiarse públicamente, exponiendo la privacidad, amenazando, son las pautas que debe seguir una figura que quiera hacer parte de este vodevil siniestro de maquillaje profuso, puntuaciones, vestidos, luces y cámaras. La superficialidad de este concurso al que me he referido exuda locura, un claro malestar mental, enfermizo. Mientras lo nuestro es sangre, violencia y cosas así, lo de acá es locura, de manicomio, de gente particularmente peligrosa, que tiene menos restricciones y se lleva a límites mucho más delicados. Si bien nosotros podemos visitar esos mismos límites, hay algo en nuestra naturaleza que nos hace callar, ser mucho más reservados y conservadores, le tememos más a Dios. En cambio, aquí no hay tanto temor, aquí hay mucha más libertad para explorar rincones oscuros de la personalidad.

1 comentario:

  1. Juan, me gusta particularmente este escrito,es quirúrgico, da en el punto de forma precisa y honesta; profundiza los diferentes matices. Coincido en gran parte de lo que dice,los limites aquí están trazados de forma diferente y para mi gusto peligrosa. Nosotros somos seres de otra naturaleza y estos aires no nos sientan tan bien.

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