miércoles, 20 de enero de 2010

Pensamientos flojos III

Hoy me antecede una duda. Estos seis meses que llevo blogueando aquí, sorteando, por un trato mutuo con Heroedeleyenda, el reto continuo de escribir por turnos, bajo la premisa de la posibilidad de escribir sobre cualquier cosa y el riesgo de sufrir un castigo nimio para la generalidad pero vasto para nuestros bolsillos en caso de padecer retrasos en la publicación de entradas, sí, estos seis meses que llevo aquí, ¿Serán el reflejo de un esfuerzo válido por conservar las manos calientes para la escritura en abundancia y el cerebro abierto al ejercicio constante de la misma, o sólo el espejismo de una escribidura vacua y egocéntrica, autocomplaciente, insensible, casi que masturbatoria, de un escribir por escribir que no ha de llevar a ningún sitio? No entiendo muy bien la razón de esta espinosa duda, y para serle sincero a ese cosmos que no alcanzo a ver ni en las noches, preferiría no tenerla entre oreja y oreja. Pero ahí está, pendiente de mi reacción, y con irónica indiferencia ante la desazón que me genera allí dentro.

Hoy sin embargo me sucede una respuesta. No la mejor ni la más elaborada, tal vez incluso peque con ella de repetitivo e ignorante del peligro de caer en un lugar común, pero es la que tengo, y por fortuna me basta. Estos seis meses de blogueo son, como mínimo, una experiencia grata, que poco a poco me dan hecho ganar un poco de paciencia, constancia y disciplina, y han sido más que suficientes para hacerme saber que, aparte de las potencialidades que entrañan la dedicación profunda y sincera a la literatura, escribo para quitarme la pena de no escribir, esa pena que me aguanto como masoquista pero que cada vez tolero menos.

Y aunque suene vulgar, estos seis meses me confirman algo esencial: escribo porque me da la gana, y porque tengo la esperanza de que me siga dando la gana de escribir toda la vida. Ahí tienes, duda carajaria.

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