lunes, 1 de abril de 2013

Por qué vuelvo a publicar


Haré un balance de lo que pasó.

Desde cierto evento que prefiero guardarme me di cuenta de que algo estaba roto, de que había una base quebrada en el aparente balance de mi existencia. Si bien estoy tranquilo financieramente después de mucho tiempo y si bien tenía una especie de equilibrio emocional, pude sentir a partir de ese evento que algo andaba mal.

Dejé pasar ese evento, pero no sin consecuencias. Poco a poco esa pequeña mancha fue esparciéndose por el manto blanco y planchado de mi vida actual. Empecé a sentirme disgustado con todos y, por ende, conmigo mismo. Muchos pueden ver que me peleo fácil, que soy un salvaje impulsivo y que no me importa mandar a la mierda o incluso herir los sentimientos de una persona en uno de mis arranques de misantropía y decepción. Lo que no se sabe es que esas arremetidas ganan mayor virulencia en mi contra. Después de darles con un palo a todos yo me doy con un cuchillo, sobre todo al ver las consecuencias de mis actos.

De manera que fui al taller de Pablo y leí un capítulo, con el que me fue mal. Volví a sentirme desorientado y atascado en una escena puntual. Estaba entusiasmado con ese capítulo (aunque todo el mundo siempre está entusiasmado con lo que lleva y yo ya debería estar bien curtido en eso). Después del desangre me di cuenta de que todo iba mal, de que todo estaba mal puesto, y entonces me pareció que el mundo real estaba mostrándome otra vez sus colmillos.

Dos días después, el jueves, tuve que leer el texto que había hecho para una clase de Expresión escrita. En ese momento pasó algo:

Entonces arremetí, con el cuero duro, después de la mierda del taller de esta semana. Leí con fuerza, templado, acostumbrado al escrutinio. Pude sentir toda la atención concentrada, todos escuchando, conectándose, la devastación, el huracán de mis letras. 
Cuando terminé sentí ese Uf de los demás, el que siempre anuncia que lo que hice llegó al alma.

Deduje que no podía dejar de escribir y privarme de esos pequeños momentos gloriosos.

En general pasaron otras cosas pero lo que viene al caso es eso de escribir. Me di cuenta de que sea para el público que sea, o aunque no sea para ningún público y me ignoren, me resulta necesario y casi sano escribir esto. Ahora bien, cabe considerar por qué decido retomar las publicaciones…

Escribo esto después de hablar con Alfonso, y me di cuenta de que hay un nivel de comunicación que va más allá de nuestras charlas y experiencias: el de lo que escribo y pongo acá (o antes en mi Facebook). En ese nivel hay mucha más sinceridad que en mi comportamiento corriente, el cual no es mentiroso tanto como cerrado, introvertido. En cambio, el rastro que voy dejando con lo que escribo les permite (a Alfonso y a Carlos) conocerme y entenderme en una medida que no pueden dar mis palabras habladas. De eso se trata escribir, al menos para mí: darme una dimensión más comprensible y franca. Así que, como una cosa de los tres, seguiré escribiendo y publicando acá, sin cuidado de la atención o importancia que pueda tener en otros ámbitos o lectores. Los que me importan son ellos dos, los fundadores de este blog.

Cuando pierdo el balance todo me parece una mierda almibarada e insoportable. No me aguanto los buenos deseos ni las felicitaciones ni los arrumacos entre otras personas. Quizás porque precisamente es lo que más anhelo y no recibo. Por eso necesito distanciarme, porque el disgusto va fermentándose dentro de mí, burbujea y después hace erupción. Entonces eventualmente la explosión le quema la cara a cosas que no se lo merecen, como este blog, o a personas desprevenidas. Si me aíslo y controlo la explosión, no corro el riesgo de hacer estupideces, aunque aún no tengo buena práctica en eso. Una vez, una explosión me hizo perder a alguien; otra, me gané un disgusto con mis primos que duró unos cuantos años. Así soy.

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