martes, 30 de abril de 2013

Sobre Kim ki Duk y Time


Kim Ki Duk es mi tipo de director, el que lleva a los limites la condición humana, pero un límite que está siempre protegido por la poesía, y por la puesta en escena de lo bello en contra posición de lo más repudiable de nuestra condición. Esto es difícil de conseguir, creo que pocos directores lo logran, pocos logran sortear esta línea a la nada que sostiene estos límites sin caer en el horror, en lo ordinario o en lo escatológico, porque es hacía estos territorios oscuros donde apunta por lo general nuestra condición de seres pensantes.

Duk logra explorar las profundidades de nuestra raza con sutileza, creatividad y mucha belleza argumentativa, fotográfica y sonora. En esta ocasión le llega el turno al amor y al paso del tiempo. Seh-hee creé que su novio Ji-woo se está cansando de ver el mismo rostro y de hacerle el amor al mismo cuerpo luego de dos años de relación. Esta idea se apodera de ella por completo tras un incidente en una cafetería donde Ji-woo es amable con dos chicas con las cuales intercambia tarjetas. La furia de Seh-Hee se desata a tal punto de gritar y humillar a las chicas con las que había hablado antes Ji-Woo. El punto de no retorno ocurre cuando Ji-Woo no consigue hacerle el amor atribuyéndolo a su cansancio. Seh hee le pide que recuerde a una de las chicas del incidente de la cafetería y que imagine que es a ella a quién le hace el amor, lo cual funciona. Al día siguiente Seh-hee desaparece de su casa, de su trabajo y del mundo para someterse a una cirugía que va a cambiar la vida de estos personajes para siempre, una cirugía de transformación de rostro y cuerpo.


Es difícil no ver puesto allí en escena los miedos, las preocupaciones y los horrores de nuestra cotidianidad, esas situaciones que amenazan con arrasarlo todo y dejarnos sumidos en la desesperación, indefensión y tristeza, pero rara vez nos dejamos llevar por estos impulsos que acabarían por sepultarlo todo, siempre(o casi siempre) encontramos escapes que nos permiten salvarnos de enfrentar al terror que hay escondido tras nuestras máscaras: el cuerpo y el rostro. Kim Ki Duk logra llevarnos hasta esa caverna oscura de la cual no volveremos siendo los mismos. 

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