jueves, 14 de marzo de 2013

Pasión por mi derrota

Gibbs, Koscielny, Mertesacker, Jenkinson, Fabianski, Giroud.
Walcott, Arteta, Ramsey, Rosicky, Cazorla.

Hoy mis amigos me invitaron a almorzar y a ver el partido de Arsenal. Por cuestiones de tiempo no alcanzaba a ir donde ellos, pero si hubiera podido solo habría ido a almorzar. Los partidos de Arsenal tengo que verlos solo. Es demasiada energía mental, física (la forma en la que camino de un lado a otro podría abrir una fosa en mi cuarto) y espiritual. Pongo demasiado, se lo entrego todo al equipo, me desgasto, grito, discuto, me pongo mal, loco, eufórico, triste, he estado al borde del llanto dos veces. Este espectáculo, como el de escribir, necesita hacerse en soledad. Los partidos de Arsenal los veo encerrado y nada puede interponerse entre ellos y yo. Nada es más importante. Una vez puse algo por encima de Arsenal y me arrepiento todavía. El beso por el que cambié el segundo partido de Barcelona contra Arsenal en la Champions de dos temporadas atrás no me dejó nada sino miseria.

Cuando escribo lo hago como un mago: en una gruta oscura y silenciosa, mezclo los ingredientes, peleo y le doy mi alma al computador. Para ver a Arsenal es casi lo mismo: me aíslo de la luz, me quito la camisa y me muevo constantemente. Sé que todo este despliegue de fuerza mental no es un desperdicio, sé que los jugadores, por lejos que puedan estar, lo reciben. Sé que mi aliento los nutre y les da vigor, sé que un grito mío es un pálpito en el corazón de ellos. Ah, si tan solo pudieran (mos) hacer más.

Este es el secreto de la pasión: Arsenal y yo somos uno, compartimos nuestra esencia. Esto va de un diario viejo:

- Ayer estaba delirando y entonces llegué a la conclusión de que estoy hecho a imagen y semejanza del equipo al que tanta fuerza le hago. Veamos:

El Arsenal es un equipo que ha mantenido una idea de juego específica a lo largo de la última década, y la ha defendido por encima de los intereses económicos y las exigentes metas del frenético fútbol actual. Es un equipo que cree en la paciencia y que un estilo de juego refinado y de buen manejo de balón, aunado a una política de incorporaciones en la que prima la formación de talento desde la cantera, trae, invariablemente, buenos resultados. El gran éxito del Barcelona puede avalar su obstinada defensa de dicho ideal; sin embargo, en los últimos cinco años, esto es, la mitad del tiempo que ha defendido dicha idea, ha tenido que verse constantemente superado por equipos como el Manchester United o el Chelsea, que son un poco más agresivos en sus fichajes y manejan filosofías de juego diferentes, no tan respetuosas de la estética como la suya. No obstante, este equipo permanece fiel a sus valores, mantiene la fe en su proceso y su convicción de que hace lo correcto resulta tan inquebrantable que a veces se puede tildar de simple terquedad.

De ese mismo modo, yo me veo continuamente superado por individuos que se manejan en una forma un poco más descuidada e inmediata que yo, que velan tan solo por sus necesidades físicas y que difícilmente tienen respeto hacia algo sagrado (distinto de Dios, que a fin de cuentas es un simple artificio). Se me ocurren muchos ejemplos que podría citar para aclarar este punto, pero eso sería salirme demasiado de la ruta que lleva este registro: tendría que mencionar algunas personas y explicar su relevancia en un ámbito ajeno al del trabajo. De manera que pido una concesión en ese sentido y que se me deje establecer esa disparidad entre mis ideales, mis desproporcionados parámetros morales cuyo éxito y/o recompensa potencial jamás parece concretarse, y la decadencia de un mundo en el que, simplemente, fui incapaz de ganar trofeos a través de dichas convicciones.

En el último párrafo me refería a mujeres, también un poco a la literatura o, para abarcar todo lo que he hecho, al arte. Cada día, cada partido, cada temporada, cada derrota de Arsenal me hacen volver a este texto y revalidarlo. Arsenal y yo somos muy parecidos: nos cubre una nube de tragedia, de inseguridad, de timidez, de torpeza y mediocridad. Tenemos mucho talento, mucho potencial en nuestras piernas. Sin comprar jugadores como si fueran abalorios (Chelsea, Manchester City, Puagh), sin romper las reglas, sin jugar sucio, en silencio y buscando la elegancia, tratamos de triunfar. Damos una buena lucha hasta lo que podemos. Sin embargo, surge alguien con más jerarquía (Manchester United, Bayern Munich) y nos devuelve a nuestra realidad apocada.

Una vez llegamos a una final de Champions. Qué cerca estuvimos de coronar, qué talento tuvimos una vez, pero de repente todo se empezó a caer y las cosas no nos salieron tan bien como creíamos merecer. Ahora cada vez que veo a Arsenal siento que voy a ver a algo muy querido debatirse en un ring en el que lo van a masacrar. Sé que voy a verlo sangrar, sé que voy a verlo lastimado y caído y eso, de verdad, me entristece. Yo mismo me siento agredido, rebajado, golpeado en mis convicciones. Parece que el mundo me demostrara que si no compro jugadores de ochocientos millones de euros no podré conseguir lo que quiero. De todos modos sigo en lo mío, con mi librito, con mi manual. Adelante, no me rindo jamás, aunque me entristezco y suelo quedarme atrás, cada vez más atrás. La nube de tragedia me rodea como una niebla, me borra el panorama de lo que puedo ser.

Cuando llega el momento, cuando estoy contra las cuerdas, salgo con todo, con la sangre en el ojo, y nada me puede detener. Así dejo aturdidos a los demás, anoto tres goles, dos goles en canchas difíciles en circunstancias difíciles, pero me quedo corto, porque la derrota inicial pesa más. Me cuesta convencerme, me cuesta creer en mí mismo, me cuesta apretar al rival en su cancha, no sé leer partidos, hace rato que no gano una copa.

Por eso, algún día, cuando Arsenal gane un trofeo, sabré que parte de mí alzará la copa —esté muerto o vivo—. Por eso ansío ver a Arsenal ganar; de algún modo eso me animará a creer que yo sí puedo ganar en mi vida el título que tanto ansío.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nos gusta que prueben algo de nuestros frutos sin más, pero nos gusta más cuando nos hacen saber si los temas están jugosos, si hay muchas pepas entre ideas, si el sabor de su lectura es bueno o si están biches o muy maduros; Así que adelante, deja tu semilla, tu esputo, tu abono o tu espalda para recostarte, lo agradeceremos y sabremos darle su buen uso.